Esta
noche termina por fin el mundial de fútbol. Y como deben ustedes estar hartos
de ver partidos, no se molestarán si les digo cómo va a quedar la final: ganará
Argentina a Alemania por dos a uno. Esta noche, sobre las doce, estarán ustedes
frotándose los ojos mirando la tele y el periódico alternativamente: “¿Cómo
podía saber Zúñiga el resultado?” Vaya debate, pero a gilipolleces como ésta se
ha dedicado la mitad de la peña durante el último mes sin ningún sonrojo. En
los bares y en el parlamento, en las cárceles y en los centros de trabajo. Pero
lo peor es que también causan disturbios, daños materiales e incluso muertes. Según
Wagner Ribeiro, el representante de Neymar, el entrenador de Brasil es un “viejo gilipollas, arrogante, asqueroso,
prepotente y ridículo”. Y visto lo visto, Luiz Filipe Scolari quizá tenga que
abandonar el país, pues hay quien mata y muere por el fútbol. Lo que a mí me
extraña es que estas cosas se acepten alegremente en el deporte y no en la
política. Acaso porque la política nos la tomamos menos en serio. Mariano Rajoy
estaba convencido de que íbamos a ganar el mundial. Y así se lo dijo a Barack
Obama, al Rey Juan Carlos y a cualquiera que quisiera oírle. Nadie le escuchó,
sin embargo, y España cayó en el primer partido por cinco a uno. Todavía nos
escuece recordarlo. ¿No debería haber dimitido inmediatamente? Porque un mes más
tarde, todo el mundo coincide en que la selección necesita una renovación, como
al parecer le ocurría también a la Casa Real, al PSOE y a la izquierda, al IRPF
y a la economía española. Lo que no se renueva es el Gobierno. Confiar la
propia suerte a la de la selección de fútbol tiene sus riesgos, pero aquí nadie
asume su responsabilidad. Entre resultados y fichajes, se va pasando el mes de
julio y, con este calor, ya no tenemos la cabeza para casi nada. “¿Pero cómo
habrá acertado el resultado Zúñiga?” Esa duda le acompañará de por vida, pero
no se canse. En cada casa ha habido durante este mes un adivino por lo menos, y
las porras de los bares nos han traído alegría y borracheras. De todos modos,
también podría pasar que el resultado de esta noche en la final fuese
exactamente el contrario, o que el tiqui-taken alemán aplaste a una pulga sobre
el césped. Esto ha sido un sueño, nada más. Demos otra patada al balón y
pidamos un deseo.
IDEAL
(La Cerradura), 13/07/2014
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