domingo, 7 de septiembre de 2014

Intimidad



El derecho a la intimidad parece haber desaparecido en el mundo de hoy. Así, mientras la mitad de la población se dedica a mostrarla a través de las redes sociales, la otra mitad se dedica a robarla. Hasta los medios de comunicación pretendidamente serios ofrecen en sus versiones digitales fotografías y vídeos que bordean ese derecho, normalmente refiriéndose a otras noticias y remitiéndose a otras webs, pero también ofreciendo información de elaboración propia y de un pésimo gusto. Ejemplo de ello han sido las noticias sobre el robo de fotografías de desnudos de Jennifer Lawrence  y otras modelos y artistas (algún psiquiatra debería escribir sobre la plaga del “selfie”), facilitadas a lectores y espectadores con todo detalle, con lo que los medios en cuestión se han convertido en cómplices del hacker, cuya conducta hubiera pasado quizá desapercibida sin esa valiosa colaboración. Pero bastante más lamentable han sido las noticias sobre el asesinato de los periodistas Steven Sotloff y James Foley por los yihadistas islámicos, verdadero cáncer de la sociedad actual, como demuestra que estén luchando en Irak o Siria ciudadanos europeos, tolerantes y apáticos por naturaleza. ¿Hace falta reproducir el vídeo de esas ejecuciones, aunque sea censurado? Lo que hay que hacer es no emitir el vídeo ni en los medios de comunicación ni en las redes sociales, pues contienen la secuencia del asesinato de un ser humano. Y es precisamente con lo que cuentan los yihadistas, que se aprovechan de las debilidades de nuestra sociedad, entre las que se encuentran el morbo y la falta, al parecer, del más mínimo sentido común. El derecho a la información se ha convertido en un apéndice del sensacionalismo, y nuestra avidez por recibir shocks informativos y emocionales parece haber sobrepasado los límites de lo razonable. Desde informativos que nos cuentan las estrategias policiales para la captura de pederastas hasta el rosario de vomitivas noticias de sucesos con el que se hacen algunos programas de televisión, la programación informativa carece de cualquier plan racional, no ya social, educativo o cultural. Y quizá sea ese mismo caos el que provoque tanta brutalidad y tanta idiocia colectiva. Esta semana ha ardido en Granada la biblioteca de la Facultad de Derecho, una verdadera tragedia para cualquier persona que haya pasado sólo un rato allí. Las fotos de la destrucción causada por el fuego no salían en los medios de comunicación, pero circulaban a los pocos minutos por las redes sociales, entre comentarios jocosos. Sería bueno que al menos los imbéciles decidieran conservar el anonimato.
IDEAL (La Cerradura), 7/09/2014

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