Como
a nuestros concejales les ha dado por correr y lucir el tipo de interés nos han
bajado el tiempo de espera en los semáforos. Para que crucemos las calles
echando hostias, por si nos negamos a coger el LAC. Corremos cuando trabajamos y
también cuando descansamos, y así vamos con esa cara de muertos de hambre, menos
quienes la pasan de verdad. Uno nunca sabe si es antes la enfermedad o el
remedio, pero ahí tenemos a los maduritos tratando de recuperar el divino
tesoro de la juventud, aunque sea echando el bofe y con las rodillas
destrozadas. ¿No sería mejor asumir con tranquilidad el paso del tiempo? Aunque
sólo fuera para que dejaran los semáforos en paz. Que se lo digan a los
taxistas de Granada, que ahora no dicen “la leche” o “me cago en la leche”,
sino “el LAC”, “la LAC”, “la puta madre del LAC”. “¿Excuse me?” “¡Pues que no puedo
parar aquí para que usted se baje! ¿No se da cuenta? ¡Ya viene corriendo el
municipal a ponerme una multa! ¡Y todo por el puto LAC!” “¿El LAC? I don´t understand
you”. “Yo tampoco entiendo nada, hija”. Esa fue la conversación que escuché
ayer en Puerta Real, adonde conducen todos los caminos ruinosos de Granada.
Porque, aunque la distancia abarque poco más de un paseo, puedes elegir hacerlo
en taxi, en autobús, en metro… Pero entonces, ¿adónde coño va tanta gente
corriendo? Lógicamente, adonde no pueden ir en bicicleta, porque en nuestra
ciudad circulan lo mismo por la calzada que por las aceras, y tienes que irlas
esquivando como si fueras el tío ese que sale siempre corriendo (otro más)
detrás de los ciclistas de la Vuelta a España. Me extraña que a nadie en el
Ayuntamiento se le haya ocurrido una nueva tasa por el aparcamiento de
vehículos de dos ruedas. Pero por algún sitio tendrán que tirar. Yo creo, que
en Granada, dado nuestro carácter y las aficiones de nuestros políticos, lo
mejor sería la independencia. ¿Que hay demasiado tráfico por el centro? ¡Pues
toma LAC! ¿Que hay demasiados gastos? ¡Pues toma obra pública! Es lo que quizá
haya pasado en Cataluña, donde la clase política, para librarse de las
consecuencias de la corrupción, ha decidido cortar con el resto del país. Pero,
oiga, ¿y qué ocurre si todos los corruptos se les quedan ahí dentro? Nada,
hombre, si esto se arregla corriendo. Uno da un paso detrás de otro y ya no hay
vuelta atrás. ¡Venga! ¡Que no se diga! ¡A sudar!
IDEAL
(La Cerradura), 14/09/2014
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