Me
ha gustado la reacción de la ciudadanía ante el brutal atentado terrorista
cometido esta semana en Francia: “Je sui Charlie Hebdo”, se ha retuiteado una y
cien mil veces en las redes sociales, como las caricaturas que supusieron la
condena por parte de los descerebrados, malnacidos y profundamente ateos que
decidieron asesinar al director y a los principales redactores y caricaturistas
de la revista satírica, y también, por cierto, a un policía musulmán. Lo que me
sorprende es que lo hagan en nombre de Dios, y que lo hagan ciudadanos
presuntamente europeos. El regreso a la religión es una realidad, pero el auge
del yihadismo, incluso entre personas nacidas en suelo francés o español, es
una evidencia más de la pobreza de nuestra educación y de las políticas
sociales. En los planes de estudios se eliminan progresivamente las
humanidades, y en los colegios no se educa en los derechos fundamentales ni en
esos valores europeos que decimos defender. Y el peor ejemplo lo dan los
responsables públicos que incumplen la ley y se aprovechan de las bondades del
Estado de Derecho. Pues eso es lo primero que debería enseñarse: el Derecho;
desde Primaria hasta el fin del Bachillerato, o lo que sea ahora. Y que el Derecho
–y la ley mientras continúe vigente- está por encima de cualquier creencia
religiosa, ideológica o personal. Y, si no estás de acuerdo, procura cambiarla
por los medios democráticos que proporciona el ordenamiento jurídico, no
derribando el ordenamiento ni de ningún otro modo. Pero ¿cuántos de nuestros
políticos tienen claro esto? A juzgar por las noticias locales, autonómicas y
nacionales, muy pocos. Lo que impera es el ombliguismo, y los que ahora claman
por la expulsión de los radicales deberían pensar si no deberían expulsarse
primero ellos mismos. La marginalidad es la que crea extremistas de cualquier
signo, y esto lo saben muy bien quienes en nombre de Alá asesinan, violan y
sólo predican la maldad, pues pretenden que en Europa resurja también el
radicalismo xenófobo para fragmentar a la sociedad. Porque, de tanto utilizar
eufemismos, se nos está olvidando llamar a las cosas por su nombre. Pero los
diccionarios, los libros y las normas los escriben seres humanos. Y en la
Declaración Universal de Derechos también hay valores morales, y son los únicos
que, como ciudadanos, deben interesarnos. Los yihadistas son analfabetos que ni
siquiera saben leer bien un único libro. Y este es el resultado. La mejor
manera de combatir a tus enemigos es no pareciéndote a ellos.
IDEAL
(La Cerradura), 11/01/2015
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