Últimamente
son frecuentes las noticias sobre acoso escolar y agresiones a profesores en
colegios e institutos, incluso empiezan a serlo también los casos de suicidio.
Lo que hace unos años resultaba inconcebible que ocurriera dentro de un aula,
actualmente es algo cotidiano, sin ir más lejos en Granada. Conozco a un
profesor que está de baja por depresión. Probablemente, cuando decidió dedicarse
a la enseñanza no sospechase que llegaría a esta situación, ni siquiera a
principio de curso, pero ya es una realidad que comparte además con cientos de
profesores de colegios e institutos de toda España. A diario se enfrentan a las
contestaciones e insultos de los alumnos, chicos y chicas de diez, once o doce
años, aunque también ocurre en bachillerato, e incluso en la universidad. Una
parte del alumnado ignora la noción del respeto a sus compañeros y maestros, o
cualquier otra norma básica de conducta. Los responsables son los padres, caprichosos
y malcriados como sus hijos, y no el sistema educativo, que ha despojado a los
profesores de herramientas básicas para ejercer su trabajo, y a los que no
habría que reforzar la autoridad con medidas legislativas si los padres la
ejercieran en casa, sin hablar del desprecio que en los últimos años ha sufrido
la propia enseñanza precisamente por parte de la autoridad pública. Pero en las
familias de hoy manda la televisión o sus pantallas subordinadas: ordenadores y
tabletas. Esos aparatejos son los que educan a los niños, pues los padres, al
parecer, carecen de tiempo para ellos. Entonces, ¿por qué tienen hijos? Me
acuerdo de lo que decía el filósofo, allá por el siglo primero antes de Cristo:
“Estos son malos tiempos. Los hijos han dejado de obedecer a sus padres y todo
el mundo escribe libros”. La diferencia es que, actualmente, casi nadie los
lee, no al menos el 35% de la población que confiesa no abrir un libro nunca,
según datos del CIS, por lo que es difícil que puedan dar ejemplo a sus hijos o
enseñarles a hacer los deberes, algo tan básico como un comentario de texto. Si
esto es algo que se sigue enseñando en el colegio, claro, pues los planes de
estudio han sido mutilados progresivamente, empezando por las humanidades, esas
materias que, como su nombre indica, tienen que ver con lo que nos identifica
como seres humanos: la razón. En este país hace falta un gran pacto por la
educación. Y debe producirse en cada casa, además de en el Parlamento.
IDEAL
(La Cerradura), 14/06/2015
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