Resulta
evidente que, desde el 15-M, ha cambiado la manera de hacer política en España.
Lo que demuestra que la gente es capaz de transformar la realidad cuando se lo
propone. Las movilizaciones lograron que nacieran nuevos partidos políticos que
ya gobiernan en comunidades autónomas y ayuntamientos, y que, por primera vez,
nuevos y viejos hablen en España de transparencia y de perseguir la corrupción,
ya sea en Madrid, Sevilla o Granada. Es un cambio importante, del que deberían
enorgullecerse los ciudadanos. Porque uno empieza por barrer su casa, y quién
sabe lo que puede ocurrir después. Lo mismo el vecino sigue tu ejemplo, y el
vecino de tu vecino. Y en un plis plas se limpia la ciudad, el país y el mundo.
Las nuevas costumbres son una suerte de revelación, como la que han sentido los
niños que esta semana ocupaban las calles porque no tenían que ir al colegio.
Veías al padre o la madre seguidos de uno, dos y hasta tres churumbeles y te
acordabas del cuento del Flautista de Hamelin, pues hay que esperar hasta las
vacaciones para que haya un poco más de alegría en las calles. Sólo hace falta
que alguien toque la flauta. Así se siente Pedro Sánchez, después de presentar
su candidatura a la presidencia del Gobierno ante una bandera de España. Y eso
en un país que se avergüenza de sus símbolos, de su pasado, de sí mismo. A mí
me ha gustado el gesto de Sánchez, casi al mismo tiempo que Chaves, Griñán y
Zarrías eran imputados por el Tribunal Supremo. Porque la manera en que se han
gestionado las Administraciones públicas es lo primero que tiene que cambiar. Los
partidos políticos no las han respetado, sino que las consideraban una
prolongación de sí mismos, y de ahí el fraude y el clientelismo. No se ha
facilitado información a los ciudadanos, ni se han rendido cuentas, las
decisiones se han tomado como si se tratase de organizaciones secretas. ¿Cómo
van a confiar los ciudadanos en ellas? Sin embargo, los pactos que se han
producido tras las elecciones municipales y autonómicas han vuelto a evidenciar
que algunos siguen pensando que mantenerse o acceder al poder es como obtener
un premio o un botín. En eso, al parecer, no hemos cambiado. Desde luego no en
Granada, donde después del susto inicial no han variado ni las políticas ni las
formas del Ayuntamiento. Pero ya sabemos que en esta ciudad cambiar sólo
consiste en mudar de opinión y de partido.
IDEAL
(La Cerradura), 28/06/2015
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