El
valor de la obra de arte está en lo que nos revela cada vez que la miramos, y
las fotografías de Miguel Urbano son inagotables, aunque representen a la gente
En Tránsito, un proyecto realizado
íntegramente en la Estación de Autobuses de Málaga (www.miguelurbano.com),
con una cámara camuflada. Uno se queda
hechizado cuando contempla esos retratos, y no puede evitar imaginar un carácter
y una vida, aunque Miguel Urbano sólo haya captado un instante de esa vida, una
expresión de esa cara que nos sobrecoge. La preocupación y la despreocupación,
el asombro y la risa, la reflexión y el histrionismo, la tranquilidad y la
alegría, todo está presente en un mundo que, siendo tan pequeño como un banco
donde se sientan los pasajeros, abarca sin embargo un planeta sentimental.
Málaga es una ciudad cosmopolita, pero la estación de autobuses es un
microuniverso que Miguel Urbano nos revela fotograma a fotograma, con la
maestría del que sabe que lo más concreto puede ser también inabarcable.
Cuando
uno espera la vida se interrumpe, y hay cierta angustia en la expresión de esas
personas que temen que no llegue el próximo autobús, que la vida no continúe.
La gente parece hacer balance, pensar en su destino. ¿Somos lo que recordamos o
a quien imaginamos? Las fotografías de Miguel Urbano reflejan la interioridad
de esa duda, pero también la despreocupación de quien se dedica a observar la
vida, normalmente personas mayores que encuentran ahí su mayor pasatiempo. Y la
fotografía detiene el tiempo. El fotógrafo descubre lo que está oculto en lo
más evidente, en las calles por donde paseamos cada día y que Miguel Urbano
suele recorrer a la caza de un instante, desde la calle Victoria hasta Marqués
de Larios.
“La
ciudad, como metáfora de la vida, ofrece un sin fin de posibles elecciones,
pero es el criterio del fotógrafo el encargado de elegir, de acotar. Y hay
tantas posibles imágenes como miradas diferentes ante una misma escena”,
explica Miguel Urbano sobre La ciudad
revelada. “Ocurre como si de una revelación se tratara: caminas por una
calle cualquiera y algo te llama poderosamente la atención; acaba de ocurrir
una epifanía y es eso y no otra cosa el objeto de tu atención; te das cuenta de
que lo que vas a fotografiar es una simple puerta o un maniquí o unos zapatos,
pero es lo que te ha sido revelado en ese momento, y por eso estás ahí, porque
sólo tú puedes hacer esa fotografía”.
Pero
Miguel Urbano también se deja llevar. Y en las fotografías de Ad Libitum, su último proyecto, del que hemos
podido ver una selección en la Escuela de Fotografía Apertura (calle Granada
49, Málaga), no hay ningún plan preconcebido, ni siquiera un hilo conductor,
sólo lo que ha llamado la atención del fotógrafo, apostado en una esquina. Como
Henri Cartier-Bresson, a quien admira, Miguel Urbano suele esconderse en los
rincones de la ciudad, “esperando a que pase algo”, y así ha convertido el
centro de Málaga y la mera casualidad en sus personajes, siendo la vida
cotidiana y la ciudad los escenarios. Pero también hay algo hipnótico en los
paisajes, y cuando sale del espacio urbano, el fotógrafo descubre otros mundos
que están en éste, páramos que evocan desiertos extraterrestres, árboles como
símbolos arcanos, edificios ruinosos y cielos nublados que hablan de una
constante transformación.
En
las fotografías de Miguel Urbano hay una música que acompaña al caminante, y es
una delicia ver las piezas audiovisuales que ha realizado con algunas de sus
exposiciones: Informe sobre lo cotidiano,
Los eventos consuetudinarios que
acontecen en la rúa, En tránsito,
La ciudad revelada o Mírame, que disparo. Son fotografías que
caminan.
El Mundo de Andalucía (Viajero del
tiempo), 5/06/2015
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