Una
vez me aconsejaron que viera comedias en el cine como medio infalible para
estar de buen humor, y aunque no siempre cumplo el consejo, esta semana he
visto “Un día perfecto”, ambientada en la guerra de Bosnia, pero rodada en
Granada. La película, dirigida por Fernando León de Aranoa, cuenta un día de la
vida de un grupo de cooperantes, interpretados por unos magníficos Tim Robbins,
Benicio del Toro, Olga Kurylenko, Mélanie Thierry y Fedja Stukan (quien nació
en Sarajevo y vivió la guerra), que tratan de sacar un cadáver de un pozo de
agua potable. La cuerda con la que izan el cadáver se rompe, y los cooperantes
tendrán que buscar otra por un país destruido. Sin embargo, a ritmo de rock, la
tragedia se convierte en comedia, porque la humanidad y el sentido del humor no
necesitan de géneros, que todo lo cosifican. Pero si uno logra abstraerse de la
ficción, reconocerá perfilándose en el horizonte el pico del Veleta, Cumbres
Verdes, las carreteras de la Zubia, las minas de Alquife; y pensará que la
realidad puede tener muchas caras y hay otras vidas posibles. Es de lo que
parece haberse dado cuenta Europa al asomarse a la ventana de esta vieja casa
para contemplar la soledad, la desesperación, la vergüenza y la muerte. Y ha
abierto la puerta. Lo piensan cientos de miles de refugiados que ahora se
apresuran a entrar. Aunque lo que aparentemente es un día perfecto, encubre
trabas administrativas, burocráticas, los prejuicios y el miedo de ciudadanos
en el paro y la pobreza que ven cómo a otros aún más desgraciados les ofrecen
vivienda y trabajo, y de dirigentes que ven a seres humanos de primera o de
segunda, según sean sirios, iraquíes o afganos. Pues el reparto planeado por la
UE es para los primeros y los segundos, pero no para los terceros. Hasta en la
ruina más absoluta hay clases. Y así, uno escucha las declaraciones de Ángela
Merkel, convertida de pronto en un hada madrina dispuesta a acoger a 500.000
refugiados, frente a François Hollande, que prefiere intervenir en la guerra de
Siria, y a Mariano Rajoy, que propone un nuevo Plan Marshall en aquel país para
que sus habitantes no vengan a éste. Mientras, los refugiados rompen sus
papeles en las fronteras porque, antes que ser deportados, prefieren ser nadie.
Y es que, como en la canción de Lou Reed, si logramos olvidarnos de los
prejuicios domingueros de nosotros mismos, algunos días pueden ser perfectos.
IDEAL
(La Cerradura), 13/09/2015
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