Visto desde la propia carretera, el
puente que cruza el río Guadalfeo, muy cerca de la localidad de Lobres, parece
una obra futurista: un inmenso arco de 280 metros que conecta dos mundos entre
sí (¿o no lo son Nerja y Motril?), o acaso sean dos tiempos, pues debajo
todavía se ven los acueductos de piedra que aseguraban el suministro de agua. Cuando
uno conduce sobre el asfalto no lo aprecia, pero para construir esa obra magna
ha habido que dedicar muchos recursos y mucho esfuerzo, incluso vidas humanas.
Como espectadores, nos fascinan los documentales donde se cuentan las múltiples
teorías que explican la construcción de las pirámides de Egipto, por ejemplo, en
las que trabajaron generaciones enteras, pero quizá también nos deslumbren las
conversaciones con los ingenieros y arquitectos que han hecho posible que
podamos viajar por la costa andaluza.
Muy cerca, el antiguo puente sobre el
mismo río que todavía existe en Vélez de Benaudalla, de 112 metros, formó parte
del catálogo de obras públicas que el Cuerpo Nacional de Ingenieros de Caminos
llevó a la Exposición Universal de París en 1878. Aunque lo que allí son
bóvedas de cañón de sillería, aquí son pilares de acero y hormigón, sobre los
que se alza un arco de tablero inferior de 140 metros, situado en la mediana.
Contemplándolo, pienso en las barcas solares de los faraones, que simbolizan el
ciclo de la vida y la muerte mediante el ciclo solar a través del cielo, de
oriente a occidente.
Y es que si pensamos en los catorce años
y los 1.180 millones de euros que se han invertido en la autovía A-7, para unir
el litoral de las costas de Málaga, Almería y Granada, sin duda puede hablarse
de una obra faraónica, que nos permitirá que, en poco más de media hora,
podamos viajar desde la Punta de la Mona hasta El Ejido. Personalmente, es la
parte del litoral andaluz que prefiero, desde Nerja a Almerimar, tal vez por
razones sentimentales, pero también por cierto malditismo que este mes de
septiembre tocará a su fin con la inauguración del último tramo de autovía
entre Carchuna y Castell de Ferro. Así, de Cádiz a Barcelona, uno podrá
recorrer completamente la Autovía del Mediterráneo, aunque hayamos tenido que
esperar al año 2015, una cronología de película de ciencia ficción. Y sin ser
faraones, realizaremos un viaje cósmico por las costas de España de sur a norte
o de norte a sur.
Como escribía Juan Rulfo, el camino sube
o baja según se va o se viene. “Para el que va, sube; para el que viene, baja”.
Y, quince años después, puede que aún se produzca esta conversación:
- ¿Cómo dice usted que se llama el
pueblo que se ve allá abajo?
- Adra, señor.
- ¿Está seguro de que es ya Adra?
- Seguro, señor.
- ¿Y por qué se ve esto tan triste?
- Son los tiempos, señor.
Pero no estamos leyendo Pedro Páramo. Y
nosotros iremos en coche. Ya tiene autovía el Mediterráneo.
El
Mundo de Andalucía (Viajero del tiempo), 4/09/2015
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