En
esta campaña electoral algunos políticos han mostrado lo peor de sí mismos, pero
algunos ciudadanos también, con un nivel de violencia que convierte la agresión
de Andrés V. F. a Mariano Rajoy en casi una anécdota, sobre todo viendo cómo no
era condenada por demasiadas personas que aplaudieron o jalearon al agresor. “Capi,
mátalo. Los pulgares en los ojos y escúpele en las cuencas”, escribieron sus
colegas en WhatsApp. Un mensaje lamentable que sin embargo se parece demasiado
a otros mensajes “tuiteados” por políticos en activo de cuyo nombre no quiero
acordarme. Pero no están locos, no. Es el resultado palpable y doloroso de
tantas reformas educativas. Y hay agresividad en algunos discursos políticos.
Muchos confunden tomar la iniciativa con insultar. ¿Es lo que les aconsejaron que
hicieran en su “debate” a Pedro Sánchez y a Mariano Rajoy? ¿Es ésa una prueba
de su carisma? ¿Por qué luego nos va a sorprender que un ciudadano haga lo
mismo en la calle? ¿Y los escraches, propiciados también por políticos que hoy
tienen responsabilidades públicas? ¿Para cumplir con el programa electoral hay que
intimidar a las personas que no están de acuerdo con tus ideas o a sus
familias? Ni siquiera una política indecente justifica estos comportamientos.
Porque una parte de la población parece contener una violencia que espera una
ocasión para manifestarse, y los discursos simplistas y demagógicos sólo actúan
como espoleta. Nuestros políticos han renunciado a ser didácticos. Prefieren un
titular en la prensa que un discurso razonado. Y a la gente se le está
olvidando razonar. Se nota en la vida pública y en la vida privada, en nuestros
hábitos y costumbres, en cosas básicas como la suciedad en las calles o el
maltrato del mobiliario urbano y del patrimonio histórico. Qué descorazonador
ha sido ver esta semana en las páginas de IDEAL las pintadas en la Puerta
Monaita, uno de accesos más antiguos a la Alcazaba de Granada, el núcleo
originario de la ciudad islámica, como explican Juan Castilla Brazales y
Antonio Orihuela Uzal en el libro “En busca de la Granada andalusí” (Comares).
No creo que sea algo que se haya contado a quienes pintan o hacen botellón en
esas murallas. Es más fácil ensuciar y destruir, insultar y calumniar, meter
los pulgares en los ojos y escupir al contrario. Y esos son los ciudadanos que
estamos formando. No sé si la guerra civil fue un pequeño cambio de impresiones
entre los íberos, pero sí que nos hemos convertido en un país de vándalos. ¡A
votar!
IDEAL (La
Cerradura), 20/12/2015
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