En
el “sketch” más visto en el último año, Pablo Iglesias contaba los segundos que
faltaban para el cambio político, “tic-tac, tic-tac”, en lo que parecía la
escena de una película de miedo o de humor, según quién fuera el espectador.
Como Gila, empuñando el teléfono: “¿Es el enemigo? ¿Podrían parar la guerra un
momento?” Aunque algunos partidos, como el PSOE, parecen tener el enemigo dentro,
como la niña del Exorcista. Porque a algunos de sus barones, con la faraona
Susana Díaz a la cabeza, sólo les interesa ser candidatos en otras elecciones,
no que este país pueda tener un gobierno estable junto con el PP (vade retro) y
Ciudadanos (retro vade), como pretende Rajoy. Si para ello deben arrojar a
Pedro Sánchez a los caballos de Podemos, es algo secundario, como también que
esto suponga a medio plazo la desaparición del PSOE, que parece haber activado
el modo autodestrucción para borrar su herencia política. El caso es seguir
manteniendo la cabeza sobre los hombros antes de que tus compañeros -o
compañeras- de partido te la corten, si no es capaz de dar una vuelta de 180º
para saludar a la galería. Pero tampoco al PP en Granada le ha importado
aprobar las ordenanzas fiscales con el apoyo de PSOE e IU, una vez que
Ciudadanos ha desaparecido en combate. ¡Y a punto han estado de aprobar una
subida del IBI del 10%! Total, si se trataba de una errata. “¿Cómo? ¿Que yo he
puesto eso ahí? Dame el boli, que lo corregimos en un momento”. Y también debe
de ser una errata la creación de una tasa y un peaje a la Alhambra para ordeñar
a los turistas. Sin embargo, no podrá tratarse de un impuesto, como el Impuesto
sobre las estancias en establecimientos turísticos -mal llamado tasa-, que
grava en Cataluña las pernoctaciones en hoteles, pues la competencia
correspondería a la Junta de Andalucía. ¡Vade retro! Y tratándose de una tasa
municipal, habrá que justificar el coste de los servicios prestados por el
Ayuntamiento, fuera de la ocupación del dominio público en el caso del peaje
por subir a la Alhambra, y de esa idea de la gestión del patrimonio público
como si se tratase de una gran caja registradora. No sé si un año es un período
de trescientas sesenta y cinco decepciones, como decía Ambrose Bierce; pero, si
hablamos de decepciones políticas, y teniendo en cuenta la organización
territorial y administrativa española, ese número podríamos multiplicarlo, al
menos, por tres. Pero seguiremos contando el segundero con optimismo. Feliz
2016.
IDEAL (La
Cerradura), 3/01/2016
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