Mónica
Collado Cañas (Granada, 1980) ha escrito una novela memorable, “Palabra de sal”
(Tropo Editores), en la que narra la vida de una niña en un cortijo que uno
imagina en Guadix, en la época de la Transición. Una época que puede ser la de
nuestros padres y abuelos pero también la nuestra, en un país donde la historia
viene a repetirse una y otra vez. “Palabra de sal” es Corina, la narradora, una
niña de 8 años, con la que rápidamente nos identificaremos, pues ella se
esfuerza en explicarse la vida y, de paso, explicárnosla a los lectores que la
acompañamos. Éste es el nombre que le
da uno de los personajes más entrañables, Teresa, en quien imaginamos una
futura Corina, y que es precisamente quien le anticipa su futuro de escritora. “Porque
tus palabras crepitarán y levantarán chispas”, le dice, “igual que la sal que
se arroja sobre el fuego”. Y la realidad es que eso es lo que ocurre con la
escritura de Mónica Collado Cañas, que ha creado a unos personajes de carne y
hueso, a los que vemos y escuchamos y casi olemos, desde el abuelo a los padres
y los hermanos y hermanas y cada uno de los vecinos del pueblo y aquellos otros
que sólo están de paso. En ese sentido, “Palabra de sal” es una novela coral,
pues está construida con las historias que esos mismos personajes nos relatan
con voces diferentes, y que si uno las cogiera por separado podrían formar un
libro de cuentos. Y aquí esta novela nos conecta con la oralidad, que es la
esencia de la literatura, con los relatos que los mayores nos cuentan junto al
fuego si tenemos, como Corina, la suerte de vivir en un cortijo andaluz, cerca
de un pueblo y en un paraje que no sé si será una suma de pueblos y paisajes o
en la memoria de Mónica Collado Cañas tendrá una ubicación exacta, de vida en
armonía con la naturaleza: “Mientras los hombres vivían en el campo, entre
animales, se comprendían mejor los unos a los otros”. En la novela se plantea
un conflicto continuo entre la vida en la ciudad y la dureza de la vida en el
campo, la realidad y la fantasía, la religión y el laicismo. Y hay mucha
sabiduría, repartida en anécdotas, sentencias, poesías… y cierta dureza:
“Nosotros éramos igual de tontos que las gallinas. También agradecíamos los
regalos envenenados de los que nos traicionaban”. Un libro para refugiarse del
frío. La vida misma.
IDEAL
(La Cerradura), 21/02/2016
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