Esta
semana me sorprendía ver en un centro comercial a dos policías equipados con
chalecos antibalas y metralletas, como sólo había visto en algunos países de
América Latina. Luego lo comprendí, al enterarme de que había una alerta
terrorista en Almería y Granada, o al menos eso es lo que decían algunos
mensajes que recibía en el móvil. Los yihadistas han provocado ese estado de
alarma, y algunas personas se han dejado llevar por la psicosis y han reenviado
mensajes donde alertaban de la existencia de coches cargados de explosivos en
centros comerciales de la costa. Incluso daban la marca y el color del
vehículo. Granada y Almería son provincias especialmente sensibles a este fenómeno,
por el gran número de inmigrantes que trabajan aquí, y en localidades como El
Ejido buena parte de la población es árabe. A pesar de los recelos con que los
tratan una minoría de ciudadanos, a mí me parece que este es un hecho
tranquilizador, pues la inmensa mayoría de los musulmanes son moderados y los
primeros en condenar los atentados terroristas, pues sólo pretenden ganarse un
sueldo y vivir en paz. Lamentablemente, no son el espejo en el que los
simpatizantes del yihadismo suelen mirarse, pero precisamente por eso los
ciudadanos –musulmanes y no musulmanes- deben dar una lección de civismo y de
confianza en la democracia y en sus instituciones, algo que, sin embargo, no
están haciendo los representantes de los principales partidos políticos, cuya
irresponsabilidad sobrepasa ya cualquier límite razonable. Mientras François
Holland o el Papa Francisco hablan abiertamente de guerra, los políticos
españoles siguen enredando dentro y fuera del Congreso, como si los partidos y
sus agrupaciones territoriales fueran una especie de reinos de taifas gobernados
por jefecillos presuntuosos e incapaces de llegar a ningún acuerdo. Muy al
contrario, deberían estar dando ejemplo de su creencia en los valores
democráticos. Porque ante el fanatismo yihadista, los ciudadanos debemos
armarnos con el derecho, la cultura, la educación y el civismo. Y no contribuir
con la histeria o con mensajes poco meditados a que cunda el miedo y el
desánimo. El silencio de los ciudadanos y de los medios de comunicación es la
mejor respuesta contra las amenazas terroristas. Otra cosa es el silencio
ominoso de nuestros representantes políticos, que así descansan de atribuir al
otro los vicios que no dejan de practicar. Porque, en España, mentir en nombre
del país se ha convertido en una costumbre. Y Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Albert
Rivera y Pablo Iglesias generan ya una psicosis verdadera.
IDEAL
(La Cerradura), 31/07/2016