La
política convierte a veces la historia en una caricatura y, apropiándosela,
cuenta una historia peor, tergiversada según la propia conveniencia y
vaciándola de contenido. Lo hemos comprobado esta semana, en la que media
Europa ha respirado aliviada por la derrota de la ultraderecha en las
elecciones de Holanda. Hemos empobrecido tanto el discurso que la política se
ha convertido en una mascarada de fantoches con un programa maniqueo sobre los
buenos y los malos, que son todos aquellos que piensan de una manera diferente
y personifican nuestros temores. Curiosamente, estos fantoches se tintan el
pelo de rubio: Geert Wilders, Marin Le Pen o Donald Trump aparecen siempre
oxigenados, como si fueran muñecos de la raza aria. Y quizá quiera tintárselo también
Frauke Prety, de Alternativa para Alemania. No creo que lo haga Pablo Iglesias,
pero se ha equivocado al defender el mismo discurso localista y antieuropeo en
el parlamento español, pues la única manera de enfrentarse al fanatismo es trabajar
por la integración de Europa y defender los valores democráticos. Sin las
políticas y las ayudas de la UE, España seguiría siendo un país
subdesarrollado, y negar los beneficios del proyecto europeo no es el camino
para cambiar la políticas económicas y sociales que efectivamente lo están
lastrando ahora. Ni es un camino de éxitos, como ha dicho Rajoy, porque ha
empobrecido a miles de europeos, ni todo lo contrario. El problema es que el
proyecto de la UE se identifica por buena parte de los ciudadanos con el
capital financiero, y no con los derechos humanos. Pero bastaría, para cambiar
esa percepción, que las instituciones europeas pusieran el mismo empeño en
acabar con la tragedia de los refugiados que llegan a sus fronteras que el que
ponen en que los países miembros cumplan los criterios de convergencia. En ese
sentido, resulta aleccionador acudir a la exposición “La itinerancia de los
refugiados a través de Europa”, organizada por la Alianza Francesa de Granada y
la AFP (Agencia France Press), y que podemos ver hasta el día 7 de abril en la
Fundación Euroárabe. Son fotografías que han salido en prensa, pero que quizá
entonces nos pasaron desapercibidas. Porque, observándolas, uno comprende que
es toda la humanidad la que es apaleada en las fronteras o encerrada en campos
de concentración. Cualquiera de nosotros podría ser el hombre que se quema a lo
bonzo, esa mujer que besa a otra a través de una verja o aquel niño que, a
pesar, de todo, sonríe con optimismo. Si protegemos la dignidad de las
personas, protegeremos Europa.
IDEAL (La
Cerradura), 19/03/2017
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