Si
en España hubiera algún respeto hacia lo público, no se convocarían elecciones
en dos meses consecutivos. Ni siquiera dentro de un plazo de cuatro años, que
es el tiempo que marca la ley para las legislaturas, período en el que vamos a
acudir tres veces a las urnas para elegir al presidente del Gobierno. Primero,
por el despilfarro económico que suponen; y segundo, por respeto a los
ciudadanos. Pero en este país se habla con naturalidad de los intereses
electorales de los partidos y de las cábalas sobre los resultados según cuál
sea la fecha elegida, como si todos fuésemos pitonisos además de políticos. Sin
embargo, la mayoría no los somos, y aunque podamos presentarnos a unas
elecciones, estamos bastante hartos de aquellos que hacen de la política una
profesión, y no tenemos ganas de oírlos no sólo en una campaña, sino en dos
campañas electorales consecutivas. ¿Que los ámbitos son distintos? Tiene todo
el sentido votar de una vez a nuestros representantes municipales, autonómicos,
nacionales y europeos. De hecho, lo que no lo tiene es que haya tantos
representantes en todos los ámbitos, y estaría bien que fueran sustituidos por
gestores. ¿Que el voto nacional puede condicionar el municipal, el autonómico
el europeo o viceversa? Eso tendrán que decidirlo los votantes, que todavía son
seres racionales, a pesar de sus gobernantes. La campaña electoral empezó con
el debate sobre los presupuestos en el parlamento, y continuó en la rueda de
prensa del presidente del Gobierno en que anunció la fecha de la convocatoria
de las elecciones después de agotar la paciencia de los periodistas que lo
escuchaban desgranando los supuestos logros conseguidos en sus efímeros ocho
meses de gobierno. Si no fuera todo tan lamentable, daría risa. Porque con los
175 millones de euros que costarán estas nuevas elecciones (130 se gastarán en
organización y 45 en subvenciones a los partidos) se pueden construir centros
de salud, dar recursos a los colegios públicos y pagar algunas pensiones. Pero,
en fin, como la prórroga de los presupuestos del Estado va a suponer una
pérdida de miles de millones de euros en los recursos públicos, lo demás es
calderilla. Porque el ombligo de nuestros políticos y nuestros partidos es más
profundo que un agujero negro. Menos mal que en Granada, al menos, podremos
votar como alcalde a Antonio Cambril. Conque tenga la mitad de talento político
que periodístico, la ciudad cambiará a mejor. En este caso concreto, me alegro
por la política, aunque lo siento por el periodismo.
IDEAL (La
Cerradura), 17/02/2019
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