domingo, 10 de febrero de 2019

Presidente bluff


Pedro Sánchez se ha convertido en una caricatura de presidente. Quizá, su modelo sea Barack Obama, pero ni las gafas de sol le quedan igual, ni el avión es el mismo, ni tiene los mismos motivos para escribir un libro. De hecho, es un presidente que, por mantenerse en el poder, es capaz de pactar con el diablo, que en este caso es el nacionalismo catalán, que aunque representa apenas un diez por ciento del electorado español, pretende desmantelar las instituciones democráticas. Y con el entusiasmo de este presidente bluff, que sin representar a la fuerza política más votada ni en España ni en Cataluña, se salta los mecanismos parlamentarios a base de decretos leyes o de negociaciones políticas paralelas. Pero es que la política española se convirtió hace tiempo en Operación Triunfo, y por eso en vez de estadistas tenemos en la primera fila política a personajillos obsesionados con su imagen y su presencia públicas, y que no demuestran más principios políticos o personales que los que dictan Twitter o Instagram. Y helos ahí, presumiendo de fachada. Algo que, por otra parte, ocurre en casi todos los ámbitos de la sociedad española, desde la empresa a la cultura. A los partidos, a las editoriales o a los medios de comunicación (por citar tres ámbitos presuntamente intelectuales), lo que les interesa es el número de seguidores que puedan tener políticos, escritores o periodistas, que necesitados de admiradores dedican gran parte de su tiempo (se ve que aquí nadie trabaja) a pronunciar con gran solemnidad absolutas naderías. ¿A alguien le extraña que nuestros adolescentes que pueblan las redes muestren a su vez un nivel cultural pésimo? ¿Que consideren al otro o la otra como una mera efigie o un objeto? Lo grave es que no se trata de culto a la personalidad, que suele estar vacía, sino de culto al avatar. De la adoración al doble del que fue un ser humano responsable; pero que ahora, por encima de cualquier otra consideración, debe estar presente en plataformas reales o virtuales, aunque sea diciendo twitterías. Lo lamentable es que nos tomemos en serio a estos avatares, sobre todo en la política. Porque de tener un presidente bluff a una democracia bluff hay poca distancia. Quién iba a decírselo a Juan Marsé, cuando utilizó este término para referirse a una escritora de cuyo nombre no voy a acordarme y que resultó ganadora del premio Planeta. Los bluff son ya mayoría en la cultura, la política o el deporte. Candidatos para elecciones varias o presidentes del Gobierno.
IDEAL (La Cerradura), 10/02/2019

No hay comentarios:

Publicar un comentario