domingo, 21 de julio de 2019

Provisionalidad


Nuestra tranquilidad requiere un esfuerzo ímprobo. Para que uno pueda tomarse unas vacaciones hace falta que miles de personas sigan haciendo su trabajo sin quejarse, aunque haga un calor capaz de derretir cualquier determinación. Sin embargo, nuestros políticos se empeñan en que vivamos en la provisionalidad, con un gobierno en funciones, unos presupuestos prorrogados que deberán prorrogarse de nuevo y sin ninguna propuesta de reforma o de cambio, pues del bipartidismo hemos pasado a un parlamento fragmentado, donde la pluralidad se ha convertido en impotencia, con partidos enquistados en sus propios intereses, que nada tienen que ver con los de los ciudadanos. ¿Habrá unas nuevas elecciones? Si las hay, el porcentaje de abstención quizá bata una nueva plusmarca, la de una clase política cada vez más deslegitimada y capaz de socavar la propia democracia. Al respecto, la opinión de los ciudadanos es meridiana: “¿Para qué hemos ido a votar”? El juego de sillones aburre hasta a sus protagonistas, aunque sigamos gastando energía y palabras para tratar de explicarnos tanta estulticia. Eso sí, la primera decisión que toman diputados y concejales es subirse el sueldo. Por lo que pueda pasar. Aunque por currículo y capacidades no puedan trabajar en ninguna empresa. Si no hay gobierno en julio será en septiembre. Si no lo hay en septiembre, convocaremos elecciones en noviembre. Para el caso, los recursos son públicos, y siempre existirá la posibilidad de subir los impuestos. Día a día, nuestros políticos demuestran que son incapaces de hacer un plan a largo plazo, acometer reformas sociales, construir un futuro para las nuevas generaciones que los ven como si fueran extraterrestres que hablan un lenguaje incomprensible, desconectado de la realidad. La gente, a 21 de julio de 2019, está hasta los cojones, y quizá sea esta una fecha distópica, donde se inicie una revolución silenciosa. No se levantarán guillotinas ni barricadas, sino que empezará con un silencio sepulcral. A partir de hoy, nadie va a hablar de la clase política, que vaciará las redes sociales, portadas y telediarios. No se comentarán más las frases vacías, los acuerdos incumplidos, las promesas fantásticas. Los candidatos irán licuándose, y del cuerpo político sólo quedará una carcasa, una piel hinchada que terminará colgada en un armario del Congreso. Porque la vida sigue a pesar de la provisionalidad en la que pretenden instalarnos. Y quizá vivamos mejor sin gobierno, sin parlamento ni ayuntamiento, sin concejales, senadores ni diputados, en una sociedad administrada por funcionarios. Cuánta energía requiere también el silencio. Hay que tomarse vacaciones incluso de la provisionalidad.
IDEAL (La Cerradura), 21/07/2019

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