El
deseo de cambiar la historia resulta bastante ridículo –ya hemos exhumado y
paseado a la momia, para enterrarla de nuevo y resucitar quizá en el futuro al
fantasma de Franco en otra campaña electoral- y sería mucho más útil para la
sociedad tratar de explicarla, sin ningún matiz político. Y esto es posible en
países maduros democráticamente, cosa que no es el nuestro. Aquí se estila más
la demagogia, los desfiles para el Hola de una familia que debería devolver al
Estado los títulos y bienes que robó el dictador y los vítores de Antonio
Tejero y otros muertos vivientes que todavía jalean sin pudor a un genocida.
Por eso se explica también que en nuestro país haya partidos que, defendiendo
una ideología zombi, obtengan hoy día representación parlamentaria. Pero es que
los muertos vivientes abundan en la derecha y en la izquierda, todos los que
votaron o se abstuvieron en la decisión de desenterrar al dictador, refrendada
por los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, una extraña unanimidad. Con
los zombis ya se sabe, recuerdan u olvidan según el menú del día, si encuentran
o no por la calle carne fresca. Y menos mal que la carne puede ser simplemente
un puñado de votos, porque si no el próximo Halloween podría convertirse en una
bacanal. Hubiera sido un buen día para celebrar las elecciones, a las que
hubiéramos acudido disfrazados con la máscara de los candidatos, o del fantasma
de Queipo de Llano, al que también quieren desenterrar, vayamos a que no esté
bien muerto el hombre, o de Boabdil, al que creo que quiere ir a exhumar a Fez
una nutrida expedición de políticos y empresarios granadinos, que se pagan el
viaje con no sé qué fondos europeos. Eso sí que tendría sentido, traerse al
último rey moro de Granada para enterrarlo en la Alhambra y aprovechar la
ceremonia solemne para declarar la independencia de Andalucía Oriental. Y no se
trata de una broma, no, todo se andará, que la prensa española cada vez se
parece más a un TBO. ¿Certificó la ministra de Justicia, como Notaria Mayor del
Reino, que Franco estaba muerto? ¿Llegó a abrirse el féretro? Lo mismo estaba
vacío, y hemos desenterrado y vuelto a enterrar al fantasma causante de
nuestras más sangrientas pesadillas. Porque se ve que el dictador camina
todavía por las calles de España, siendo, cuarenta y cinco años después de su
muerte, el símbolo con el que unos y otros pretenden movilizar a los votantes.
España está zombi.
IDEAL, 27/10/2019