Mi
hijo trabaja más que nunca. Desde que dejó de ir al instituto, se pasa todo el
día haciendo deberes. Menos gimnasia –se ve que el profesor se ha tomado en
serio lo de no moverse de y en casa-, está mañana y tarde estudiando historia,
latín, literatura, filosofía... Dice que no tiene tiempo para nada. Cuando me
levanto temprano ya me lo encuentro sentado delante del ordenador, hojeando los
libros de la biblioteca, revisando la agenda. Lástima que no pague las facturas,
aunque no pierdo la esperanza de que acabe haciéndolo. ¿Tomará el Gobierno más
medidas para influir en los roles familiares? Los autónomos que se han quedado
en casa y no pueden cobrar se tiran de los pelos, y aunque la salud sea lo
primero quizá habría que pensar en no parar la actividad económica del país y
dejarnos salir a correr un rato. Ir levantando el confinamiento por sectores
después de Semana Santa. Puestos a tomar medidas, además de facilitar la
liquidez con subvenciones –y no con líneas de crédito-, deberían prolongarse
los plazos para realizar las declaraciones trimestrales y anuales de los
principales impuestos, o al menos de aquellos que afectan más a la actividad
económica: IRPF, IS, IVA e IAE; establecer una deducción general del 50% en las
cuotas, permitir sin ningún límite la compensación de pérdidas en los
ejercicios impositivos y suspender las cotizaciones sociales. ¿Se puede
permitir el país esto? Yo creo que sí. A las administraciones les sobra grasa
–por no hablar de altos cargos- y podrían tomar nota de qué servicios públicos
no se han visto afectados por el confinamiento, desde la gestión administrativa
a la enseñanza. Efectivamente, muchas personas pueden trabajar desde casa, lo que
ahorraría recursos económicos, y también en la empresa privada. Las principales
entidades bancarias inundan estos días los medios de mensajes positivos a los clientes,
y ojalá podamos contar de verdad con ellas. ¿Sería un buen momento para
plantear si pueden justificarse las ganancias desmedidas de los intermediarios
financieros? ¿El sueldo disparatado de algunos deportistas? ¿El despilfarro de
los principales clubes de fútbol? ¿La tolerancia con especuladores y mafiosos?
Algunas funerarias –la muerte nos llega siempre antes de tiempo- han
aprovechado la situación para subir sus tarifas, lo que nos da una idea de lo
insensibilizadas que pueden estar al dolor ajeno. Pero, mientras nos llega la
hora, trabajaremos, aunque sea desde casa. Tendré que negociar con mi hijo el
uso del capital económico y humano familiar y el horario de oficina.
IDEAL (La Cerradura), 5/04/2020
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