domingo, 19 de abril de 2020

Harina de otro costal


Después del papel higiénico, la levadura y la harina se están agotando en los supermercados. Se ve que la gente se está aficionando al canal Cocina, y se dedica a hacer bizcochos, galletas y hasta pan en familia. ¡Cómo nos vamos a poner! Porque si no huimos de casa como Rajoy cogeremos unos cuantos kilos. Los reclusos alternamos ahora las aceitunas, las patatas fritas y las cervezas con bandejas de dulces. Así que quizá no muramos de coronavirus, pero de diabetes e hipertensión seguro. ¿Qué será peor? Pues visto el nivel de colaboración que hay entre el Gobierno y la oposición o entre el Estado y las comunidades autónomas, quizá lo peor venga después de la cuarentena. ¿Saldremos corriendo de casa y luego del país? Lo malo es que nadie puede garantizarte que llegues a otro lugar sin Covid-19 o donde no haya un vecino dispuesto a fastidiarte con ayuda institucional. Desde mi punto de vista, la peor consecuencia de la pandemia es que se están recortando derechos y libertades con el consentimiento de unos ciudadanos a los que se ha aterrorizado previamente. Y el Ayuntamiento de Granada, con la excusa de la participación ciudadana, fomenta la caza de brujas a través de una aplicación móvil llamada Gecor, donde puedes fotografiar y denunciar a los vecinos que se salten el estado de alarma, algo que es inconstitucional. Pero esta pandemia está sirviendo, entre otras cosas, para que políticos y vecinos muestren su verdadera cara, como los que le han pintado en el coche a una ginecóloga en Barcelona “rata contagiosa”, o los que se manifestaron en La Línea contra el traslado de ancianos enfermos a esa localidad. Es en las distancias cortas cuando nos llevamos sorpresas con las personas. Desde que empezó el encierro, las llamadas al 016 han aumentado en un 50%, y es probable que antes del verano se colapsen los juzgados con las demandas de divorcio; muchos adolescentes han hecho el firme propósito de emanciparse, y no digamos los que van a cambiar de vida en cuanto les dejen. A este país no lo va a reconocer nadie, por mucho que diga Tezanos. Hasta Pedro Sánchez dicen que ha cambiado. Cuando se mira al espejo ve una barba rala y una coleta. ¿Se verá Pablo Iglesias más alto y estilizado? La mitad de España anda peleándose estos días con la báscula y el espejo, mientras es denunciada por la otra mitad. Pero quizá haya llegado el momento de ponerse serio. Algunos parecen añorar el fascismo.
IDEAL (La Cerradura), 19/04/2020

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