Después
del papel higiénico, la levadura y la harina se están agotando en los
supermercados. Se ve que la gente se está aficionando al canal Cocina, y se
dedica a hacer bizcochos, galletas y hasta pan en familia. ¡Cómo nos vamos a
poner! Porque si no huimos de casa como Rajoy cogeremos unos cuantos kilos. Los
reclusos alternamos ahora las aceitunas, las patatas fritas y las cervezas con
bandejas de dulces. Así que quizá no muramos de coronavirus, pero de diabetes e
hipertensión seguro. ¿Qué será peor? Pues visto el nivel de colaboración que
hay entre el Gobierno y la oposición o entre el Estado y las comunidades
autónomas, quizá lo peor venga después de la cuarentena. ¿Saldremos corriendo
de casa y luego del país? Lo malo es que nadie puede garantizarte que llegues a
otro lugar sin Covid-19 o donde no haya un vecino dispuesto a fastidiarte con
ayuda institucional. Desde mi punto de vista, la peor consecuencia de la
pandemia es que se están recortando derechos y libertades con el consentimiento
de unos ciudadanos a los que se ha aterrorizado previamente. Y el Ayuntamiento
de Granada, con la excusa de la participación ciudadana, fomenta la caza de
brujas a través de una aplicación móvil llamada Gecor, donde puedes fotografiar
y denunciar a los vecinos que se salten el estado de alarma, algo que es
inconstitucional. Pero esta pandemia está sirviendo, entre otras cosas, para
que políticos y vecinos muestren su verdadera cara, como los que le han pintado
en el coche a una ginecóloga en Barcelona “rata contagiosa”, o los que se
manifestaron en La Línea contra el traslado de ancianos enfermos a esa
localidad. Es en las distancias cortas cuando nos llevamos sorpresas con las
personas. Desde que empezó el encierro, las llamadas al 016 han aumentado en un
50%, y es probable que antes del verano se colapsen los juzgados con las
demandas de divorcio; muchos adolescentes han hecho el firme propósito de emanciparse,
y no digamos los que van a cambiar de vida en cuanto les dejen. A este país no
lo va a reconocer nadie, por mucho que diga Tezanos. Hasta Pedro Sánchez dicen
que ha cambiado. Cuando se mira al espejo ve una barba rala y una coleta. ¿Se
verá Pablo Iglesias más alto y estilizado? La mitad de España anda peleándose
estos días con la báscula y el espejo, mientras es denunciada por la otra
mitad. Pero quizá haya llegado el momento de ponerse serio. Algunos parecen
añorar el fascismo.
IDEAL (La Cerradura), 19/04/2020
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