La nueva normalidad se parece al nuevo
fútbol: público de pega en las gradas, ovaciones grabadas, el VAR para las
dudas… Aunque de pronto hay una cámara que descubre los asientos vacíos, se
apagan las grabaciones y escuchas las voces de los jugadores en un estadio
deshabitado, salvo por los equipos y los árbitros. Debería ser más sencillo
jugar así, pero no, el vídeo arbitraje tampoco acierta siempre, y circulan las
teorías conspirativas sobre una liga que ha ganado el Real Madrid por ser el mejor
equipo en 38 partidos. ¿Qué dirán los árbitros? ¿Volveremos al confinamiento?
El ministro Illa habla del estado de alarma como si fuera la espada de
Damocles, y los ciudadanos cuentan las cifras de contagios como han contado los
puntos obtenidos por su equipo los aficionados del Madrid: hay que echar
cuentas para poder centrarse en la rutina. ¿Viviremos en paz? Según los
expertos, los contagios provienen de un exceso de alegría: hemos acudido
demasiado pronto a las discotecas y a los restaurantes, a las playas, y se han
desbocado las reuniones familiares, las comuniones y celebraciones, incluso los
entierros. ¿Pueden contagiarnos los muertos? Hay quien piensa que sí, y por eso
elabora complejos estudios estadísticos, para acomplejar a las autoridades sanitarias.
“Usted da asco”, le han dicho al bueno de Fernando Simón, que debe de estar más
bien asqueado, pensando en el día en que decidió dedicarse a los estudios
pandémicos. La política es otra pandemia, y la realidad se parece ahora a un
recinto del que no podremos escapar. Allí donde vayamos nos encontraremos con
nosotros mismos y con la posibilidad de un contagio. ¿Cuántos recursos hemos
destinado a evitarlos? ¿Podemos evitarlos? En las clases separaremos a los
alumnos, que fuera de institutos y universidades saldrán de fiesta como
siempre, se restregarán y morrearán y harán bien, porque las autoridades no saben
a ciencia cierta lo que pasa, con VAR o sin VAR, sean las clases presenciales,
semipresenciales u online, en escenarios A, B o C, porque los programas
educativos tienen más que ver en estos momentos con las artes escénicas. Así,
hay quien prefiere abandonase a su suerte, sin tener en cuenta que puede
convertirse en un peligro para los demás. Y ése es el verdadero peligro de esta
sociedad, si no aprendemos a pensar en el otro, cuya vida depende de nuestra
propia responsabilidad. Responsabilidad. Es una palabra grave. En los estadios
resuenan quejas, gritos, vítores y cánticos fantasmales. “You'll never walk
alone”, cantan los hinchas del Liverpool. No podemos caminar solos.
IDEAL (La Cerradura), 19/07/2020
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