Las
quimeras de la clase política española están siendo caricaturizadas por la
pandemia, y cuando las cifras de contagiados de Madrid, por ejemplo, son de las
más altas de Europa, resulta lamentable tener que asistir a bailes
institucionales para coordinar a la administración local, autonómica y estatal,
que tienen que hacer el paripé de reunirse en la Puerta del Sol, porque al
parecer no saben solucionar nada con una llamada telefónica. Mientras los
partidos de la coalición del Gobierno siguen discutiendo sobre las
posibilidades de un Estado federal o plurinacional, vemos que el Estado
autonómico va desangrándose precisamente por una excesiva descentralización en
las competencias que emergencias como ésta requieren de una dirección única y
cohesionadora: sanidad y educación. Pero lo mismo que la historia de España se
estudia en cada comunidad como se tercia, la respuesta al Covid-19 varía según
la ciudad de España en la que vivas y, como el nacimiento, es una lotería que
dispongas o no de camas hospitalarias. En un momento en el que en toda España
lo que se necesita es contratar a más médicos y profesores, cada administración
tiene que apañárselas como pueda, pues aquí la mayor parte de los recursos se
destinan a comunicación y a campañas publicitarias. ¿Qué nos importa ahora la
memoria democrática? Hay que sobrevivir para poder recordar el pasado, que
suele tener más que ver con la imaginación y las justificaciones personales que
con la prescripción. ¿Qué les importan las ocurrencias de Joaquim Torra sobre
la independencia de Cataluña a los propios catalanes, cuando no saben si salir
de casa? ¿Se están destinando todos los recursos posibles para combatir los
efectos sanitarios, sociales y económicos de la pandemia? En plena negociación
de los presupuestos, ¿cuáles son las cuestiones esenciales que se están
poniendo sobre la mesa? ¿Qué me llevo yo por darte apoyo parlamentario? En
estos momentos, los recursos públicos deberían tener un fin concreto, y no
destinarlos a quimeras que no sostienen ni siquiera la comunicación política.
Nos estamos jugando el futuro de un país, sí, pero, fundamentalmente el de
personas y familias sin las que no se entienden naciones, estados ni
democracias. Los ciudadanos deberían salir a la calle para exigir a las
Administraciones públicas y a los políticos que las representan que asuman de
una vez su responsabilidad. No es tiempo de guillotinas, pero quizá sí de
tijeras. En los presupuestos públicos sobran dietas, asesores, cargos,
carguillos y gastos en marketing. Y sobra también la mitad de las propias
administraciones. Estamos hartos de quimeras.
IDEAL (La Cerradura), 20/09/2020
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