Con
las desgracias crecen la frustración y la irritabilidad, pero uno se sorprende
cuando las ve explotar en plena calle, y más cuando se trata de una señora de
unos sesenta años, bien vestida y maquillada, que insulta sin venir a cuento a
tres chavales negros con los que se acaba de cruzar. Y luego exclama: “¿Tenéis
que venir a aprovecharos de los españoles?” Como si no hubiera españoles negros
o amarillos, incluso rojos, azules y verdes, si uno atiende a la actualidad
política. Quizá era la mujer la que andaba negra, quién sabe por qué, pero
miraba a su alrededor después como buscando el aplauso de la concurrencia. Lo
que no sé es cómo iban a aprovecharse de los españoles. ¿Se disponían quizá los
tres chavales a raptar a Pedro Sánchez? ¿Se querrían llevar al alcalde de
Granada a Senegal? Los colores los fomentan los equipos de fútbol y los
partidos políticos, y como los candidatos se dedican ahora a enarbolar lemas de
la guerra civil (lo de comunismo o libertad da más pena que risa) la gente
prefiere celebrar los triunfos del Granada o del Real Madrid. Así es como los
españoles asaltan Europa. Porque el país se parece ahora a un sótano cubierto
de carteles con imágenes de puños y rostros, pistolas y banderas alzadas,
estandartes con consignas pintados en colores primarios. Con zombis y momias
que repiten sin comprender lo que decían sus abuelos y bisabuelos, y que sin
embargo gobiernan o aspiran a gobernar la capital de España. En la película
distópica que vivimos se ha mezclado el contagio del virus con la regresión
política e incluso con el cambio climático, y la información más importante
tiene que ver con toques de queda, limitaciones de movilidad y horarios
comerciales. ¿Volveremos a clamar contra los demonios extranjeros y la
maldición de la guerra? Desde luego, algunos se empeñan nuevamente en que muera
la inteligencia, y si eso termina por ocurrir viviremos tiempos aún peores. Si
no fuera por las consecuencias, la actualidad parecería una caricatura de
nuestra propia historia, concentrada en la agenda de unos políticos incapaces,
que al parecer no se dan cuenta de que, más allá de los colores, la gente se
está ahogando de verdad. Un día un insulto; otro, un zarpazo, y quién sabe qué
más. La estupidez es otra tiranía. Hay quien está convencido de que lo negro es
blanco, y lo blanco negro. Qué bueno sería poder mezclar todos los colores en
la paleta para volver a pintar.
IDEAL (La Cerradura), 21/03/2021
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