La realidad es cambiante y extraña. Si pudiéramos verla con
cristales de aumento, descubriríamos que todas las cosas no son más que fuentes
de energía, protones y electrones oponiéndose entre sí. Incluso su jefe, ese
ser del que parece depender su vida y, sobre todo, su cuenta corriente, no es
más que una bombilla andante, que fluctúa como la factura de la luz, que
también no debe de ser más que energía, aunque mensualmente mentemos a su madre,
es decir, a las compañías eléctricas y los mercados que las parió. ¿Hay una
pandemia? ¿La hubo? ¿Estuvo usted encerrado sin poder salir de casa? Si
atendemos a las diferentes administraciones públicas, deseosas de planificar y
celebrar sus diferentes fiestas, podríamos pensar que no. A la gente le falta
ahora tiempo para casarse, salir de viaje, quedar con la familia y los amigos y
llenar los locales de hostelería que abren las puertas como brazos abiertos
para reencontrarse con la clientela. Menos mal que tenemos al Tribunal
Constitucional para recordarnos que, entre tanto megavatio, las leyes siguen
aplicándose, empezando por la Constitución. Porque sí, ya sabíamos que la
declaración del estado de alarma era inconstitucional y que el parlamento había
hecho dejadez de sus funciones, aunque sus señorías hayan seguido cobrando sin
salir de casa. Pero se ve que en España nos gusta llevar las cosas al límite, ya
se trate de combatir una pandemia o de elegir a los miembros del Consejo del
Poder Judicial. Cuestionamos la separación de poderes, suspendemos los derechos
y libertades fundamentales de los ciudadanos, hipotecamos el futuro del país
con la emisión desaforada de deuda pública, lo que haga falta. Políticos y
ciudadanos parecen vivir en el presente, y si uno atiende a la actualidad
informativa razones no les faltan. No hay pasado y no hay mañana. En 2025 el
planeta empezará la cuesta abajo inevitable debido al cambio climático y en
2050 quien todavía viva lo hará bajo las aguas, kilovatios de energía que
nadarán entre delfines y sirenas. No está mal. Podría ser peor, si creemos a
Pedro Sánchez. Si no fuera por él, este país se hubiera ido al garete. Nos ha
salvado ya cientos de veces. Del coronavirus, del paro, del IVA, de nosotros
mismos. Cada anuncio mesiánico nos ha supuesto una liberación y una verdadera
explosión de energía. Y así estamos, con la factura de la luz por las nubes. Pero
¡calma! Si siente que se enerva, haga como el Tribunal Constitucional. Frente
al exceso de iluminación, sólo hay que apagar los interruptores.
IDEAL
(La Cerradura), 19/09/2021
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