A
principios del mes de septiembre, seguimos haciéndonos las mismas preguntas que
en junio: si abrirá el ocio nocturno, si alcanzaremos la inmunidad de rebaño,
si las autoridades levantarán las restricciones de una población que parece más
cansada ahora que en el inicio de las vacaciones. “¡Cero absoluto!”, exclamaría
un profesor de cuyo nombre no quiero acordarme. No le bastaba al hombre el
cero, como había alumnos a los que no les bastaba un suspenso y volvían a
catear en septiembre. Benditos tiempos. Ahora no se suspende, sino que se va
aprobando a golpe de estadística, y por eso te encuentras en las aulas
universitarias a alumnos que no saben leer ni escribir correctamente. Aunque
siguen abundando los ninis, esos chavales que ni estudian ni trabajan. Se quedan
en casa jugando a la consola ante el pasotismo del padre o de la madre, hartos
de discusiones con un engendro convertido en una especie de mueble con manos
que teclean frenéticamente mandos a distancia, pantallas de móviles, tabletas,
teclados y ratones, demostrando más energía que todo el Gobierno de Pedro
Sánchez. ¿A nadie se le ha ocurrido cómo almacenar tamaño dispendio eléctrico?
Con el esfuerzo que despliega cualquiera de nuestros ninis en alcanzar la
última fase del Armagedón virtual podrían iluminarse varias ciudades. Pero se
nos escapa el ímpetu antes de que comience el curso, en el que las mascarillas
seguirán cubriendo los rostros fantasmales. Se llama protección, como un cuento
de Primo Levi. Y hay quien no quiere quitarse la mascarilla, como esta chica.
“Me siento protegida como en una fortaleza y por las noches, cuando me acuesto,
me la quito de mala gana”. “¿Protegida contra qué?” “No sé, contra todo. Contra
los hombres, el viento, el sol y la lluvia. Contra la polución, el aire
contaminado y las escorias radiactivas. Contra el destino y contra todas las
cosas que no se ven ni se prevén. Contra los malos pensamientos, contra las
enfermedades, contra el porvenir y contra mí misma”. “Impresionante. ¿Y contra
el suspenso que te van a poner?” “Contra eso no, ¿ves? Es que no he estudiado
mucho”. Pues así hemos llegado a septiembre, con un verano que ha pasado como
un espejismo y esa protección en la que nos refugiamos. Su uso y la estrategia
de vacunación es “una lección del mejor de los patriotismos”, según Pedro
Sánchez, que suele sacar sobresaliente en optimismo. “Volveremos a disfrutar de
una vida sin mascarilla”, anunció en el mes de junio. Y seguimos tan felices,
con la mascarilla puesta.
IDEAL (La Cerradura), 5/09/2021
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