Mostrando entradas con la etiqueta estado de alarma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta estado de alarma. Mostrar todas las entradas

lunes, 27 de septiembre de 2021

Megavatios

La realidad es cambiante y extraña. Si pudiéramos verla con cristales de aumento, descubriríamos que todas las cosas no son más que fuentes de energía, protones y electrones oponiéndose entre sí. Incluso su jefe, ese ser del que parece depender su vida y, sobre todo, su cuenta corriente, no es más que una bombilla andante, que fluctúa como la factura de la luz, que también no debe de ser más que energía, aunque mensualmente mentemos a su madre, es decir, a las compañías eléctricas y los mercados que las parió. ¿Hay una pandemia? ¿La hubo? ¿Estuvo usted encerrado sin poder salir de casa? Si atendemos a las diferentes administraciones públicas, deseosas de planificar y celebrar sus diferentes fiestas, podríamos pensar que no. A la gente le falta ahora tiempo para casarse, salir de viaje, quedar con la familia y los amigos y llenar los locales de hostelería que abren las puertas como brazos abiertos para reencontrarse con la clientela. Menos mal que tenemos al Tribunal Constitucional para recordarnos que, entre tanto megavatio, las leyes siguen aplicándose, empezando por la Constitución. Porque sí, ya sabíamos que la declaración del estado de alarma era inconstitucional y que el parlamento había hecho dejadez de sus funciones, aunque sus señorías hayan seguido cobrando sin salir de casa. Pero se ve que en España nos gusta llevar las cosas al límite, ya se trate de combatir una pandemia o de elegir a los miembros del Consejo del Poder Judicial. Cuestionamos la separación de poderes, suspendemos los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos, hipotecamos el futuro del país con la emisión desaforada de deuda pública, lo que haga falta. Políticos y ciudadanos parecen vivir en el presente, y si uno atiende a la actualidad informativa razones no les faltan. No hay pasado y no hay mañana. En 2025 el planeta empezará la cuesta abajo inevitable debido al cambio climático y en 2050 quien todavía viva lo hará bajo las aguas, kilovatios de energía que nadarán entre delfines y sirenas. No está mal. Podría ser peor, si creemos a Pedro Sánchez. Si no fuera por él, este país se hubiera ido al garete. Nos ha salvado ya cientos de veces. Del coronavirus, del paro, del IVA, de nosotros mismos. Cada anuncio mesiánico nos ha supuesto una liberación y una verdadera explosión de energía. Y así estamos, con la factura de la luz por las nubes. Pero ¡calma! Si siente que se enerva, haga como el Tribunal Constitucional. Frente al exceso de iluminación, sólo hay que apagar los interruptores.

IDEAL (La Cerradura), 19/09/2021

lunes, 2 de noviembre de 2020

Excepción

El poco respeto de nuestra clase política por la Constitución española lo han personificado los 194 diputados que han apoyado esta semana en el Congreso la declaración del estado de alarma durante seis meses, una medida inconstitucional si atendemos al artículo 55, que requiere taxativamente la declaración del estado de excepción para privar a los ciudadanos de los derechos fundamentales de libertad de circulación y de reunión. Pero se ve que esa palabra suena demasiado fuerte, como el toque de queda, por lo que no tienen el Gobierno y sus señorías inconveniente alguno en saltarse las normas, como el presidente Pedro Sánchez, que no defendió esta medida en el Congreso ni está dispuesto a pedir su prórroga cada quince días, como exige la ley orgánica correspondiente, lo que nos da la medida de sus convicciones democráticas. Porque si la situación sanitaria requiere la aplicación de estas medidas, se tendrá que utilizar el instrumento jurídico correspondiente, con el respeto escrupuloso a los derechos de los ciudadanos y con las debidas garantías democráticas. Y es inconstitucional la delegación de estas competencias exorbitantes a las comunidades autónomas, que con sus decisiones contradictorias han generado un verdadero caos social y han aumentado la inseguridad de la ciudadanía, lo que nos da también una medida de la idea que tienen algunos de una república plurinacional, pues el Estado autonómico lo que demanda es que las medidas se tomen coordinadamente, y cualquier persona con sentido común entiende que sería mucho más efectivo un mando sanitario único, aunque sólo fuera para ahorrar recursos. En los próximos meses, ¿van a seguir cobrando sus sueldos sus señorías? ¿Se lo quieren explicar a los miles de ciudadanos a los que se les prometió los ERTE y el sueldo mínimo y que una Administración pública en estado de alarma aún no ha tramitado? El hambre es también una pandemia, y está ya presente en nuestras ciudades, dentro y fuera de las casas, y no va a evitarse con medidas excepcionales. Lo peor es la hipocresía con que se pide adhesión y apoyo a este cúmulo de disparates, porque la ideología no puede ejercerse sin democracia, algo más importante que ser de izquierdas o de derechas. Desde luego, las formas de este Gobierno no son progresistas, sino demagógicas y totalitarias. Qué triste para un país que viene de una guerra civil, una dictadura y una transición democrática, aunque haya quienes la nieguen. Desde el ejercicio de un poder delirante, este Gobierno les está dando la razón. Tenemos demasiados dictadores del miedo.

IDEAL (La Cerradura), 1/11/2020

lunes, 13 de abril de 2020

Chivatos


Desde que se decretó el estado de alarma ha ido cambiando la actitud de la gente, oculta la mayoría ahora bajo un trozo de tela, como en el salvaje Oeste. Con un sombrero y una pistola al cinto, como ya ocurre en USA, todo estaría más claro. Porque si osas salir a comprar con la cara descubierta y sin guantes –agotados ambos artículos en cualquier tienda, y cuyo uso generalizado no ha sido aún declarado obligatorio- te conviertes en una persona sospechosa, un inconsciente o un suicida quizá, o peor, acaso un potencial homicida capaz de contagiar a los demás y posible objeto de improperios. De los acosadores vociferantes de balcón hemos pasado a los chivatos silenciosos, esos que no dudan en llamar a la policía si te ven hablando con alguien por la calle y no respetando la distancia profiláctica prudencial. Quizá el denunciante se hinche de fumar y de beber en su casa, suicidándose de manera moderada, viendo series de epidemias y criticando en las redes que los medios publiquen fotografías de ataúdes –hay quien lleva días tratando de negar la realidad-, pero no duda en señalar a quien simplemente trata de vivir con tranquilidad. Porque se ha convertido en un lujo la tranquilidad. Aunque para conseguirla baste con llenar el día a día, no estar tan pendiente del recuento de víctimas y contagios, de las medidas que pueda adoptar el Gobierno, desbordado como todos por esta crisis humana. Pero qué difícil es estar a gusto contigo mismo. Es más sencillo volcar tu frustración con el vecino, con los políticos, con tu familia. “¿A quién insultaré hoy?”, parecen decirse algunos. Porque los aplausos, lamentablemente, no levantarán la economía española, y por eso se van mezclando con caceroladas. Hay optimismo, pero también rabia. Hay dolor, y debería haber silencio y luto, por aquellos –¡miles!- que están muriendo solos. ¿Merece la pena este aislamiento, aun a costa de la economía y de la salud mental de los ciudadanos? Probablemente sí, pero las autoridades deberían pensar ya en flexibilizar el confinamiento. Aparte de retomar la actividad profesional –la gente también se muere de hambre-, las personas deben empezar a salir a la calle, aunque sea de manera individual, para hacer deporte, y los niños con sus padres. Por salud física y mental. Para fortalecer el sistema inmunitario y tener la mente oxigenada. ¿No le dicen estas cosas al Gobierno los expertos? Pues deberían, ya que son de sentido común. Aunque sólo sea para acabar con la paranoia de los chivatos.
IDEAL (La Cerradura), 12/04/2020