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lunes, 20 de noviembre de 2023

San Pedros

Estábamos preocupados por la quiebra de España y resulta que lo que va a caerse es la Alhambra por culpa del Tajo de San Pedro. Un cortado de 65 metros de alto cuyo vértice se encuentra ya a 22 de la Torre de la Alcazaba. ¿Se tratará, después de todo, de una metáfora sobre la deriva del país? La erosión, la lluvia y los movimientos sísmicos acercan el temible tajo a la colina de la Sabika, del mismo modo que los terremotos políticos han logrado que San Pedro Sánchez vuelva a la Moncloa. Pues la cosa va de santos y creyentes. De estar por encima del derecho positivo, de la mentira y la verdad, conmigo o contra mí. Cuenta la leyenda que la existencia del tajo se debe a la explosión de un polvorín, que es en lo que se ha convertido el Congreso, aunque nadie puede negar la legitimidad de un Gobierno sustentado en el voto favorable de 179 diputados y la disciplina de partido. ¿Quién osa levantar la voz? Lamentablemente, el autoritarismo nos ha adelantado ahora en España por la supuesta izquierda, donde parece haber más creyentes que en el Vaticano. Y el milagro de los panes y los peces lo ha logrado con siete votos Carles Puigdemont. Si fueran sólo treinta monedas de plata lo que va a recibir a cambio, no les dolería tanto el bolsillo a todos los españoles. Qué alegría poder pagar las facturas a cargo de los presupuestos del Estado. Los expertos tratan de consolidar el terreno del tajo de la Alhambra con bacterias que forman un conglomerado de arcilla, que es lo que asemeja la mayoría parlamentaria, amenazada por una legislatura inestable. ERC y Junts no se soportan, como tampoco Bildu y el PNV, pero he aquí que catalanes y vascos se han unido a los canarios con la argamasa de Sumar que, en la persona de Yolanda Díaz y traicionando a Podemos, le da unos besos a San Pedro Sánchez dignos del padrino. Hay que escribir otro manual, que podría titularse “Breviario de posturas e imposturas”. Una mezcla de “Cincuenta sombras de Grey” con meditación y autoayuda, que tal como anda el mundo editorial seguro que tendría mucho éxito. Va a ser curioso ver cómo se gestiona una política interior interesada con otra exterior contradictoria y casi inexistente, encabezada quizá por Puigdemont. Los equilibrios políticos son milagrosos e inexplicables. Espero que el Tajo de San Pedro no haga caer la Alhambra. San Pedro Sánchez ya ha demostrado que es capaz de cualquier cosa.

IDEAL (La Cerradura), 19/11/2023

martes, 19 de abril de 2022

Racionamiento

Con una inflación que ya va por el 10%, el Estado y el resto de Administraciones públicas deberían reordenar sus prioridades para prestar mayor atención a los ciudadanos, que ven cómo no pueden llenar la cesta de la compra ni el depósito de combustible, pagar los suministros básicos, llegar a fin de mes. Y hablo de Estado y no de Gobierno, como deberíamos hablar de comunidades autónomas y ayuntamientos, independientemente del partido que las gobierne. Si los grandes partidos se preocupan por llegar a acuerdos de interés público para asegurar el Estado social, sobrevivirán; si no, serán barridos por las penurias económicas y sociales, que irán a más en un contexto geopolítico de inestabilidad y guerra. En Francia, el Partido Socialista apenas ha alcanzado el 2% de los votos en las elecciones, y la extrema derecha tiene serias opciones de llegar al Elíseo con propuestas tan peregrinas como pactar una alianza con Rusia o acabar con la Unión Europea, que es ahora mismo la que financia la prestación de los servicios públicos esenciales en los Estados miembros, la mayoría en quiebra técnica. Es el paisaje que queda después del desastre. A Vladímir Putin le estorban los ucranianos, y por eso dice que sufren una enfermedad repulsiva: hay que desnazificarlos. La cosa tendría gracia si no viniera de alguien que parece el hermano gemelo de Adolf Hitler, y si no fuera sostenida por todo un aparato político de propaganda. ¿Se les caerá la cara de vergüenza a todos aquellos que, en España, han simpatizado con esta dictadura de herederos de la KGB? Pues se ve que no, pero para eso están las hemerotecas, que revelan que los extremos de Vox y Podemos están, sin embargo, tan cerca que casi llegan a tocarse. Pero ahí tenemos al PP, dispuesto a pagar el precio del poder en Castilla y León, que ha guardado ya en un cajón cualquier política que pueda sonar a progresista, empezando por el anteproyecto de ley para garantizar el principio de igualdad de trato y de no discriminación por razón de orientación sexual e identidad de género. Y continuando con la normativa de memoria histórica, que protege la recuperación de los cuerpos de miles de represaliados del franquismo que todavía permanecen enterrados en fosas comunes. Pero ¿sí nos escandalizamos con el descubrimiento de fosas en las ciudades ucranianas? Será la elocuencia del directo, pero también habría que racionar la demagogia política en España. PSOE y PP deben pactar un proyecto común para que sobreviva el Estado social y democrático de derecho.

IDEAL (La Cerradura), 17/04/2022

lunes, 31 de enero de 2022

Bélicos

Resulta lamentable que la posibilidad de una guerra en Europa sólo sirva en España para que se produzca una ridícula “batalla entre partidos”, como titulaba algún periódico esta semana, o que haya escaramuzas dentro del propio Gobierno. De pronto utilizamos un lenguaje bélico y elucubramos sobre cómo comienzan las guerras, como si esto no fuera un preocupante conflicto internacional, sino una nueva moda informativa. Pero los partidos españoles parecen en guerra, Vox contra el PP, Podemos contra el PSOE y todos contra todos, que si tú tienes vínculos con Rusia o con el partido comunista chino o con la extrema derecha. El caso es enarbolar la paloma de la paz cuando lo que se pretende es derrotar al contrario, que hay elecciones en Castilla y León y quizá también pronto en Andalucía. Viendo las cosas con perspectiva, uno entiende la fascinación que la guerra civil ha despertado siempre entre los historiadores extranjeros, porque nadie puede explicarse el enconamiento y la cabezonería de buena parte de la clase política española, incapaz de llegar a acuerdos sobre políticas nacionales a largo plazo y desarrollar un proyecto de país. Y si es incapaz de desarrollarlas a nivel interno, no podemos esperar que las desarrollen a nivel internacional, aunque tengamos a políticos valiosos como Josep Borrell –qué lástima que no llegara a ser candidato del PSOE y presidente del Gobierno- al frente de la diplomacia europea o Javier Solana, y eurodiputados brillantes como Juan Fernando López Aguilar, que ha sido sensible en su trabajo científico a los hechos diferenciales recogidos en la Constitución y que como buen europeísta defiende la unidad desde la heterogeneidad. Sin salir de Granada, otro buen ejemplo es José Antonio Montilla, y no es casualidad que todos provengan de la universidad. Como excepción para que se cumpla la regla, tenemos al mayor bluf de la política española de los últimos años, Pablo Iglesias, que proclama que, ahora que no es político, “puede decir la verdad”. Se ve que no aprendió nada en sus años universitarios, pues la veracidad debe presidir el trabajo científico y el informativo, su otra vocación frustrada. Y esas expectativas de verdad referencial deberían presidir también el discurso político, si se aspira a recuperar la credibilidad ante los ciudadanos. Porque, de este modo, es difícil prever lo que ocurrirá en esta nueva crisis europea, pero sí sabemos lo que sucederá en España. Como decía el coronel alemán interpretado por Max von Sydow en “Evasión o victoria”, los conflictos internacionales deberían resolverse en un campo de fútbol.

IDEAL (La Cerradura), 30/01/2022

domingo, 1 de junio de 2014

Podemos



Como siempre, me sorprenden las reacciones de los partidos políticos otrora mayoritarios a los resultados electorales, pero mucho más el menosprecio unánime de estos partidos hacia Podemos, la formación política que mejor encarna el malestar de los ciudadanos, como han manifestado en las urnas, un millón y cuarto de votos que, como mínimo, resultarán útiles a la propia democracia. Sin embargo, el calificativo más amable que ha recibido el nuevo partido liderado por Pablo Iglesias ha sido el de “alternativa bolivariana”, lo cual debe ser entendido como un elogio viniendo de quien viene, Felipe González, cuya deriva ideológica después de ostentar el poder resulta ilustrativa. Un menosprecio que se hace además extensivo a los países hispanoamericanos, con los que tenemos más en común (en lo bueno y en lo malo) que con cualquiera de la Unión Europea, dejando aparte, claro está, los recortes sociales y unos cuantos millones de nuevos pobres. De hecho, en esos países hermanos (y por eso utilizo el término hispanoamericanos y no latinoamericanos) ha habido procesos constituyentes que han tenido como pilar la participación ciudadana, una de las cuestiones que más escuece del programa de Podemos, que pocos parecen haber leído. Por eso, lo que más choca, además de la ignorancia, es la prepotencia y el desprecio por aquello que se desconoce, y más tratándose, por el momento, de una mera declaración de intenciones. Lo que subyace en estos exabruptos es el miedo. Miedo a perder los privilegios políticos y económicos. Miedo a no perpetuarse en el poder. En el programa de Podemos, por ejemplo, figura la limitación temporal a ocho años del ejercicio de un cargo público; algo que, visto lo visto en España, sugiere el sentido común, y que alguien debería haber explicado, dentro del PSOE, a algunos cargos de la Junta de Andalucía, o, dentro del PP y sin ir más lejos, al alcalde de Granada. Pero eso poco importa ahora. Lo que parece importar es celebrar victorias inexistentes, y pocas cosas hemos visto más patéticas últimamente que la celebración con los brazos en alto ante los periodistas de Arias Cañete. Así que, después de las reacciones y el pavor producido por los resultados de Podemos en las elecciones europeas, no me extrañaría nada que pronto gane unas elecciones generales. Porque podemos, claro que podemos reconstruir esta democracia apática y decadente y cambiar la sociedad. Sólo hay que convencer a ese 54,16% del electorado que no acudió a votar. Casi diecinueve millones de españoles que, si no ganaron, sí que despreciaron olímpicamente estas elecciones.
IDEAL (La Cerradura), 1/06/2014