Mientras
los dirigentes europeos nos avisan de que se acabó (nuevamente) la época de la
abundancia, en nuestra bandeja de entrada se acumulan los mensajes que nos
anuncian que somos propietarios de fortunas fabulosas, fondos inmobiliarios o
nos proponen inversiones en bitcoin o empresas de rentabilidad garantizada. En
tiempos de incertidumbre nos hacemos el cuento de la lechera, después de
habernos fundido en el verano todo lo que habíamos ahorrado encerrados por la
pandemia. Si hubiera una centésima parte de verdad en esos mensajes tendríamos
dinero suficiente para vivir varias vidas, y por eso la gente sigue cayendo en
timos y estafas, por miedo a esa incertidumbre, ambición y deseo de dinero
fácil, alentados por la sociedad de consumo y el viejo sueño de poder vivir sin
trabajar. ¿Limitará también el presidente del Gobierno la subida de los tipos
de interés de las hipotecas? ¿Impedirá con otra bajada selectiva del IVA la
ruina familiar? Sería mejor asegurar por decreto-ley que nos toque al menos una
vez la lotería primitiva o la nacional, que a fin de cuentas depende de una
sociedad estatal adscrita al Ministerio de Hacienda, ya que éste no se da prisa
en abonar las declaraciones negativas del IRPF. ¡Queremos el bote! ¡O si no que
se boten! ¡O si no queremos unas nuevas elecciones para votar! Lo que hacen los
juegos de palabras. Uno se va entusiasmando y pasa de bajar los impuestos a
eliminarlos, como quiere Isabel Díaz Ayuso, otra persona que suele vivir en un
dudoso equilibrio entre la ficción y la realidad. Menos mal que en el
Ayuntamiento de Granada tienen las cosas claras y se han centrado en exprimir a
la que entienden que es la mayor industria granadina: el turismo. El problema
es que la mal llamada “tasa turística” es en realidad un impuesto, para cuya
creación no tiene competencias la corporación local. Así que antes de anunciar
reuniones con los empresarios para ver a dónde se destina el dinero recaudado,
habría que convencer a la Junta de Andalucía para crearlo, como en Cataluña o
Islas Baleares. Otra opción sería hablar con el Gobierno del Estado, para que
lo incluya en la Ley Reguladora de las Haciendas Locales como un impuesto
potestativo para los ayuntamientos, idea que cedo sin necesidad de
contraprestación. Lo demás es como jugar a la lotería, esa bendición que no nos
sirve de nada hasta que nos toca. Aunque sí es otra forma de recaudar. Ha
llegado el mes de septiembre y vuelven a abrirse las apuestas.
IDEAL (La Cerradura), 4/09/2022
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