La crónica política española parece una serie policíaca de crímenes
de Estado o contra el Estado, con detectives que persiguen a exvicepresidentes
del Gobierno o independentistas fugados o en sus cargos. Debe de haber flipado
Emmanuel Macron en la firma del Tratado de Amistad entre Francia y España en
Barcelona, con manifestaciones que se confundían con los actos institucionales,
pues de hecho no se sabía dónde estaban parte de los representantes
institucionales, si dentro o fuera de las instituciones, si estrechando manos o
abucheándose a sí mismos en compañía de los manifestantes. “Ríete de la huelga
general que tengo en Francia”, habrá pensado. “Si aquí está en huelga hasta el
presidente de la Generalitat, que se salta los actos oficiales. ¿Querrán estos
cabrones invadir Francia después de independizarse de España? ¿Anexionar las
comarcas del Vallespir y el Rosellón a los Països Catalans?” Los pensamientos
del presidente francés son inescrutables, casi tanto como los del presidente
español, Pedro Sánchez, que debe de tener una libreta como la de José María
Aznar donde hace croquis sobre el futuro de España, mejor que en un teléfono
móvil hackeado. El problema del eslogan “ni España ni Francia” es que te
desliga no sólo de tu tierra y de tus vecinos, sino de la Unión Europea, donde
los países que huyen del totalitarismo y los ciudadanos del populismo quieren
entrar y no salir. A los ciudadanos les interesan cosas concretas, y la
política que influye en verdades concretas, por dolorosas que resulten, como el
hallazgo en el cementerio de Reus de los que podrían ser los restos mortales de
Cipriano Martos, según informaba Jorge Pastor en IDEAL. Natural de Huétor
Tájar, Cipriano Martos fue detenido en 1973 por hacer propaganda del PCE y era
considerado una de las últimas víctimas del franquismo. En el desenterramiento
sí estuvo presente Pere Aragonés, presidente de la Generalitat de Cataluña.
¿Era consciente de hacer algo útil o se trataba de otro acto propagandístico? La
política española mejoraría mucho si nuestros políticos dejasen de hacer
eslóganes y se preocupasen de bucear en la historia, estudiarla y explicársela
a los ciudadanos. Aunque sólo fuera su punto de vista sobre la historia, sobre
la memoria personal y colectiva. Seguro que Antonio Martos, hermano de Cipriano,
se ha sentido acompañado estos días, sin importarle el color político de las
autoridades que están contribuyendo a darle paz a la familia. La memoria es
algo que se toma muy en serio en Francia, donde siguen viviendo muchos
descendientes de exiliados españoles. Una historia común es el mejor tratado de
amistad.
IDEAL (La Cerradura), 22/01/2023
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