Cuando oigo hablar del Kraken me acuerdo de Perseo sosteniendo la
cabeza de Medusa frente al monstruo para salvar a Andrómeda y no de ese virus
minúsculo que vuelve a asustar a la gente, que recurre de nuevo a la
mascarilla. Una especie de amuleto contra el mal de ojo, en vista de cómo la
utilizan. “Ese no lleva una mascarilla, sino una venganza”, oigo decir a un
hombre en el autobús, y supongo que se refiere a un chaval al que parece
caérsele la tela de la cara a pedazos, como si usase el mismo artefacto desde
hace dos o tres años, no sé cuántos van ya. Y efectivamente hay quien cree que
la peste es una venganza divina, un castigo para la humanidad que debe
desaparecer antes de que lo haga el planeta. Son personas que piensan que van a
vivir para siempre, incluso después de la desaparición de la especie humana,
pues imaginan este fragmento terrestre como un ente vivo que respirará aliviado
después de la extinción. No han leído a Schopenhauer, pero han visto Avatar, y
probablemente crean también que son azules y tienen ojos de gato. Los expertos,
esos nuevos gurús que la población venera aunque les resulten más mágicos que
científicos, valoran tomar medidas preventivas para evitar los contagios, y hay
quien ve en Juanma Moreno un nuevo Perseo, que hará una Andalucía más sana y
habitable, libre de calamares gigantes o microscópicos. ¿Quién será la Medusa?
¿A quién habrá que cortar la cabeza para vencer al Kraken? Si hablásemos en
clave estatal, no me cabe la menor duda de la testa que rebanaría Pedro Sánchez
para ir más tranquilo a las próximas elecciones generales como el único líder
de la izquierda. E incluso acabaría con algún Meduso para ser el único líder a
secas. Pero no vivimos en una época mítica, sino en una nueva Edad Media donde
lo importante no son las personas, sino la humanidad, no los individuos sino la
especie, no las especies sino el género, no los géneros sino Dios, parafraseando
a Borges. Sin embargo, las palabras se transforman con el paso del tiempo, y
hoy nuestros dioses son futbolistas o cantantes o actrices o dueños de redes
sociales y, como todos los demás, se preocupan y rezan un rosario de síntomas: fatiga,
tos, dolor de cabeza, fiebre, congestión y secreción nasal, dolores musculares,
ahogo o pérdida de olfato y gusto. “El Kraken”, exclaman aterrorizados. Y las
personas, como si recurriesen a la Medusa, se convierten en máscaras.
IDEAL (La Cerradura), 15/01/2023
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