Debe
de ser una casualidad, pero casi al mismo tiempo ha aparecido el flamenco en
los semáforos y en los planes de estudio de la Junta de Andalucía. “Antes de
cruzar, debes aprender a cantar y a bailar”, parecen decirnos la bailaora y el
guitarrista, que por lo visto se llaman Macarena y Paco y son obra de un
artista sevillano que ha reclamado al Ayuntamiento de Granada una compensación
por competencia desleal y una indemnización por daños y perjuicios. Es lo que
suele ocurrir cuando se gasta en chorradas el dinero público, y no creo que el
nivel cultural y político mejore con el aumento de horas lectivas en
asignaturas como las matemáticas, la lengua, el inglés e incluso el flamenco,
que será una asignatura optativa que impartirán los profesores de música. De
hecho, lo que estaría bien sería aumentar las horas de música y otras materias
que fomenten la creatividad y la comprensión lectora de los alumnos, que ahora
se ve reducida a la extensión de un tuit o un mensaje de WhatsApp. Tampoco
estaría mal multiplicar exponencialmente las horas de filosofía, historia,
literatura y lenguas clásicas, haciendo un programa único para todo el Estado,
donde se incluyen las comunidades autónomas, para fomentar una cultura y una
idea de país, eso de lo que hablan los partidos políticos durante la campaña
electoral y que se les olvidará en cuanto se celebren las elecciones. Las
identidades locales y autonómicas están bien, pero siempre que confluyan en
algún sitio, en la unidad desde la diversidad, que es uno de los lemas de la
Unión Europea. Sería otro de los contenidos a estudiar para ahorrarnos la
actual deriva de los nacionalismos, que nos recuerdan todos los fantasmas del
siglo veinte, muy presentes por desgracia en la guerra de Ucrania. La educación
es algo tan básico que da un poco de vergüenza hablar del tema, tal vez porque
los planes de estudios han ido sufriendo una simplificación y depuración tal
que han pasado de libro de texto a resumen y de ahí a chuleta, un término
también desfasado, como me comentó el otro día una alumna que no dudaba en hacer
un examen con la inestimable ayuda del móvil. Lo que no sabemos es si la
devaluación educativa responde a un plan preconcebido para que cada vez haya
una población más analfabeta o de si se trata de mera incapacidad. Si vamos a
terminar educados y gobernados por algoritmos y la inteligencia artificial,
quizá habría que llamar a la resistencia.
IDEAL (La Cerradura), 14/05/2023
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