Si
no estamos de acuerdo en las cuestiones esenciales, será difícil pactar en las
accesorias. Lo importante son los delitos de lesa humanidad y tener claro que
el asesinato nunca está justificado, lo cometa Hamás o Israel. Pero si crees
que la ideología puede justificar la muerte, es que estarías dispuesto a
asesinar también por una “causa justa”. La tibieza de algunos de nuestros
políticos al condenar el terrorismo de Hamás (o el de Putin) los descalifica,
porque los derechos humanos son incuestionables. Tal vez el problema radique en
la misma tibieza con la que nos hemos acostumbrado en España al hablar del
terrorismo de ETA, probablemente porque la voluntad de Bildu parece ahora
imprescindible para formar gobierno. Pero una cosa es la “normalización
política” u otros eufemismos en el País Vasco y España y otra no condenar a los
asesinos que siguen sin arrepentirse de lo que hicieron. La realización de un
documental sobre Josu Ternera puede ampararse en el derecho a la información,
pero otra cosa es ir a verlo sin que las declaraciones de un terrorista confeso
te repugnen moralmente, aunque no le repugnen a un periodista con pocos
escrúpulos ni a la dirección de un festival de cine que lo proyecta como si
fuera un acontecimiento. Se ha normalizado la infamia, hasta el punto de que
podemos ver en un informativo y casi en directo el asesinato de unos jóvenes
israelitas que celebran una fiesta justo antes del ataque terrorista. Nos falta
tiempo para compartir tanta muerte en las redes, y los medios se contentan con
convertirse en altavoces sensacionalistas, pues no pueden competir con la
inmediatez irreflexiva. Así que nos describen las escenas de una manera macabra,
como si no las estuviéramos viendo. El hecho de que millones de personas
compartan los mismos vicios no convierte esos vicios en virtudes, como el hecho
de que compartan muchos errores no convierte los errores en verdades, ni el
hecho de que compartan las mismas formas de patología mental no hace que esas
personas estén cuerdas, diría Erich Fromm. Ante el horror de lo que ocurre en
Gaza, la crispación política en la celebración del Día de la Hispanidad resulta
ridícula, pero también sintomática de una sociedad en la que la difusión de la
negatividad, la desconfianza, la hostilidad y la polarización es algo
cotidiano. En ese sentido, la diferencia estriba únicamente en el grado de
violencia, física o verbal que se utiliza. La política puede ser social o
tóxica, liberadora o asesina.
IDEAL (La Cerradura), 15/10/2023
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