Entre tantas informaciones sobre las muertes en Israel y Gaza que
nos sobrecogen estos días, me llama la atención la de Álvaro Prieto, un
adolescente cordobés que, por lo que leemos en la prensa, sólo quería volver a
casa, pero murió electrocutado en el techo de un tren. Un chaval cuya mayor
preocupación en ese momento era probablemente la de llegar cuanto antes. TVE se
apresuró a emitir las imágenes del cadáver, confundiendo la información con el sensacionalismo.
No es de extrañar la psicosis que hay entre la población por miedos a atentados
terroristas cuando apenas logramos distinguir entre los bulos que se propagan
por las redes sociales y la información amarilla de los medios pretendidamente
serios. Se blindan embajadas y se vigila la celebración de actos religiosos. La
gente se encuentra coches de policía en las calles y en la puerta del edificio,
y quizá también se vigilen los accesos a internet. ¿De quién nos fiamos? Si
haces caso a algunos mensajes de WhatsApp, deberíamos quedarnos en casa, evitar
el transporte público y los lugares de interés, pues España estaría en un nivel
de alerta 5, temiendo un atentado inminente. Un bulo para que nos encerremos y
esperemos el advenimiento de algún gran líder con unas abdominales tan
cuadriculadas como su cerebro. Pero es que tampoco podemos mirar el tiempo. De
las olas de calor hemos pasado a la ola de frío, al viento que causa que se
caigan árboles, fachadas o una farola en la Avenida de la Ilustración (menuda
metáfora) de Granada. No me extraña que los adolescentes españoles estén
deprimidos, pues si a la actualidad catastrofista cotidiana suman el cambio
climático, la nueva guerra fría con China y la tan repetidamente anunciada
hecatombe nuclear, uno sólo puede aspirar a quitarse de en medio o asolar el
barrio de los Pajaritos con una macrofiesta en la que profetas beodos vayan transmitiendo
la buena nueva del fin del mundo de ventana a ventana. Joder, se dicen, si es
que no nos dejan ni pasear por el parque. Parece una plaga bíblica, de la que
siempre podemos culpar a los judíos, o a los “jodíos”, como circula en otro
mensaje de WhatsApp donde se nos ilustra sobre el origen sefardí de la mayoría
de los apellidos españoles. Creo que figuraba Sánchez, pero estoy casi seguro de
que no salía Belarra. En la Unión Europea alucinan con la posición del Gobierno
de España, que nadie conoce, y eso que lo forman veintitrés miembros. ¿Quién es
antisemita? La desinformación es hoy lo importante.
IDEAL (La Cerradura), 22/10/2023
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