Llaman la atención las preocupaciones de nuestros ministros, en
este caso de nuestra ministra Yolanda Díaz, que piensa que es propio de
bárbaros que los restaurantes estén abiertos a la una de la madrugada. Aparte
de la Granada de los Robinsones, que alargaban la noche hasta el amanecer, yo
añoro aquellos años felices y breves en que los políticos no hablaban como
curas ni se metían en la vida de los ciudadanos, que debe ser más sagrada que
cualquier credo o ideología. ¿Además de reuniones y contratos dudosos llevarán
nuestras señorías el debate político a la hostelería? ¿Nos meteremos a las
nueve de la noche en la cama acompañados de nuestra pareja y un buen libro?
¡Oh, paraíso! Algunas costumbres europeas están bien (y no me refiero a la
interpretación del delito de terrorismo), pero no casan con el espíritu
dicharachero de los latinos, herederos de Grecia y Roma. El ocio puede ser
sinónimo de sabiduría, y sin emular necesariamente “El banquete” de Platón, algunos
de los mejores poetas de esta ciudad han dejado escritos sus versos en las
servilletas y barras de los bares. Qué obsesión tienen nuestros políticos con
ordenar la vida de la gente, mientras ellos hacen al parecer lo que les da la
gana. Si se respetan los derechos de los trabajadores, que debe ser la
preocupación de la ministra de Trabajo, no sé por qué no van a abrir los
restaurantes cuando quieran y convertirse en un templo para los insomnes. También
Franco recomendaba a los niños que se fueran pronto a la cama, y tal vez le
hubiera gustado nacionalizar el sector turístico, que fue un invento de Manuel
Fraga. “Spain is different”. Y tanto. Ni siquiera tenemos un Código Penal
propio, según Junts. A diferencia de la Comunidad de Madrid, como celebra Isabel
Díaz Ayuso, en Cataluña los restaurantes cierran pronto. ¿Tenemos otra batalla
a la vista? Y si cierran los restaurantes temprano, ¿a dónde iban a ir a hacer
sus tratos Ábalos, Koldo y compañía? ¿Directamente a la sede del ministerio de
turno? Se ve que Yolanda Díaz no conoce al pueblo español, como tampoco Carles
Puigdemont, a pesar de que su abuela era andaluza. ¡Ay, qué poco aprendemos de
los abuelos! Quizá deberíamos acuñar un nuevo eslogan para atraer a turistas de
la “upper class”. “Spain is free, Spain is amnesty”, que en español suena más
bien a anestesia. Menos mal que tenemos bares y restaurantes. Vayan si son
felices. Mejor cantar de madrugada que hacerlo de cara al sol.
IDEAL (La Cerradura), 10/03/2024
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