La
relación de los jóvenes con la vivienda retrata de la peor manera el Estado
social, que se supone que es la gran conquista de nuestras democracias. En una
sociedad en la que a todas horas se nos bombardea con publicidad y se nos
alienta a un consumo desaforado, la mayoría no sólo no puede plantearse la compra
de un estudio o un apartamento, sino tampoco un alquiler, como no sea
compartido. Nuestros jóvenes no entienden que el acceso a la vivienda constituya
un derecho constitucional y que, al mismo tiempo, la cruda realidad les
recuerde que no tienen ningún derecho. Consuela un poco que el Gobierno tome la
iniciativa para blindar la vivienda pública con la colaboración de las
comunidades autónomas, limitar el precio de los alquileres o promover un fondo
europeo para la vivienda. De hecho, sería un acierto que la Unión Europea se
implicara en facilitar la independencia de los jóvenes en todos los países
miembros con ayudas al alquiler, lo que fomentaría una idea social y
democrática de Europa, como la ha fomentado el programa Erasmus. Pero, mientras
tanto, es también importante que tomen medidas las corporaciones locales, que
son las más cercanas a los problemas del ciudadano, y en ese sentido hay que
aplaudir el acuerdo del Ayuntamiento de Granada con la Caja Rural para
facilitar la contratación de hipotecas. Que se financie el 95% del importe de
la compra de una vivienda no debería ser una noticia. Debería eliminarse la
limitación legal para poder financiar el 100%. Ya no estamos en los tiempos de
las hipotecas basura, y a los fondos buitre, que acaparan la mayor parte del
parque inmobiliario, no les afectan estas limitaciones. Más allá de la
legitimidad jurídica, los Estados europeos tienen hoy un problema de
legitimación social. Y si las políticas públicas no son efectivas, los
ciudadanos, por mera impotencia, empiezan a prestar atención a los partidos
políticos populistas y extremistas, como estamos comprobando en los resultados
de las últimas elecciones, dentro y fuera de España. Y aquí juegan un papel muy
importante las empresas. Sin la colaboración entre entidades públicas y
privadas sería imposible que saliera adelante un proyecto como la capitalidad
cultural de Granada, pero es también un camino a seguir para cubrir las
necesidades básicas de los ciudadanos. “Living Granada” es un buen lema. La
vivienda es donde habitamos, y se refiere además a nuestro modo de vivir. Las
ciudades y los países deben ser lugares donde todos, a pesar de nuestras diferencias,
podamos habitar.
IDEAL (La Cerradura), 27/10/2024
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