Se
ha vuelto un tópico decir que vivimos una distopía, pero después de que sea un
ingrediente básico de novelas, películas y series, la violencia forma parte, al
parecer, de nuestras vidas. Resultan sintomáticas las noticias de sucesos de
Granada de los últimos días: batalla campal en un campo de fútbol, paliza a la
salida de un instituto, disparos sobre taxistas o a los espectadores de
competiciones deportivas. Malestar y rabia que sale a la superficie en cuanto
escarbamos un poco. ¿Nos pelearemos en nuestras calles por la gasolina como en “Mad
Max”? No debe de ser una casualidad que los estándares del gusto se desmoronen con
los de la educación a una velocidad pasmosa. Los politólogos se asombran de los
resultados electorales en muchos países europeos, el último Rumanía, donde
también avanza la extrema derecha, y hablan de la influencia en el voto de
personajes oscuros que controlan las redes sociales, donde no existen filtros,
como tampoco en los contenidos que emiten algunas plataformas, donde abundan
las atrocidades fílmicas para adolescentes, una edad que ya llega hasta los
cincuenta años. ¿Las premiaremos en la gala de los Goya? Granada quiere parecerse
a Málaga en la celebración de eventos de relumbrón que cuestan mucho y aportan
poco, pero si hacemos caso a AENA, pronto viviremos “Blade Runner”, con aerotaxis
eléctricos que cubrirán los trayectos entre las dos ciudades. Tendría gracia
que, después de todo, no echáramos de menos el tren o el autobús, y que podamos
viajar también a Alicante o Madrid cogiendo el transporte en la azotea de
nuestra casa. Aunque si tenemos que aderezarla con un poco de violencia, quizá
sea “Desafío total”, y no me extrañaría que, como en la película, tuviéramos
que irnos hasta Marte para arreglar los problemas de la Tierra. Allí quiere
viajar Elon Musk, que podría llevarse con él a Donald Trump para ahorrarnos disgustos.
Total, si atendemos a sus declaraciones, en el planeta rojo se encontrarán con
el presidente del Gobierno y buena parte de la clase política española, que
ignoran por decreto ley lo que hacen sus subordinados. Como en las películas
malas, parece haber público para regodearse en la incompetencia y la inanidad,
hasta convertirnos en expertos en lenguaje del fango, en el que ya se han
doctorado algunos. En ese contexto, no me sorprende que algún cafre quiera
emular a Michael Douglas en “Un día de furia”. Hay películas y utopías tan perniciosas
que causan estragos. Tanto el cine como la política pueden ser el lenguaje del
fin.
IDEAL (La Cerradura), 1/12/2024