Que días
después de un apagón que nos devolvió durante unas horas a la Edad Media no
sepamos todavía las causas del siniestro resulta inexplicable. Como que el
presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no descarte un ciberataque y que lo
desmienta Red Eléctrica Española. Las empresas no saben por qué saltaron los
plomos en la península ibérica. O, si lo saben, lo callan. Cree solo la mitad
de lo que ves y nada de lo que oyes, decía el sabio. Y la gente se lanzó a las
tiendas para comprar radios a pilas y velas, mientras se improvisaban las
reuniones alrededor del vecino que tenía un transistor. Volvemos a la época
analógica y nos tomamos en serio las recomendaciones de Úrsula von der Leyen.
¿Estamos preparados para el próximo cataclismo? Pero, para algunas personas, la
jornada del apagón fue un día normal. En los centros de salud de los barrios de
Almanjáyar o Cartuja, y en muchas casas del distrito norte de Granada, donde
los cortes de luz son habituales. También en otros barrios marginales de tantas
ciudades de España donde se usan generadores para la producción de energía
eléctrica. Y empieza a ser común que se utilicen placas solares para el
autoabastecimiento, desconectadas de la red. Se trata de algo más que
desconfianza en un mercado de energía especulativo y abusivo. Me imagino que a
eso se debe la desaparición de 15 gigavatios de la red eléctrica y el colapso y
la desconexión del sistema. Faltó generar la suficiente energía para cubrir la
demanda en un día en que cinco de los grupos nucleares estaban desconectados. Y
ni los molinos de viento ni las plantas fotovoltaicas pudieron compensar esa
carencia. ¡Con Franco no pasaba esto!, decían los de siempre en las redes
sociales. Y quizá echaban de menos también los embalses, las centrales térmicas
y nucleares que nos hemos apresurado a destruir para convertirnos en un país
verde, aunque pretender que toda la energía sea renovable parece una quimera. ¿De
qué se va a alimentar la inteligencia artificial? ¿De plantas de embriones
humanos clonados y transformados en pilas, como ocurría en “Matrix”? En este
mundo de perfección tecnológica y donde todos nuestros datos están en la nube, somos
más frágiles que nunca. Pero, a falta de móvil, algunos redescubrieron la
alegría de pasar una tarde en familia ante un juego de mesa iluminado por
velas. Quizá nos baste con esto en medio de la oscuridad. Y que, como Goethe, pidamos:
“¡Luz, más luz!” Nos gustaría ver más claro.
IDEAL
(La Cerradura), 4/05/2025
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