A
pesar de los buenos indicadores económicos, España está en quiebra. Al menos,
desde el punto de vista institucional. Gobernar sin presupuestos es privar al
parlamento del control democrático e implica un fraude político, económico y
social, pues no se explica de dónde se obtienen los recursos públicos ni a dónde
se destinan, si es a educación, sanidad o defensa. Con presupuestos prorrogados
gobiernan Pedro Sánchez en España y Salvador Illa en Cataluña, pero no es una
cuestión solo del PSOE, pues el PP hace lo mismo en las comunidades autónomas
de Aragón, Baleares, Extremadura, Murcia y Castilla y León. Se ve que les
importa un bledo el sistema político y democrático establecido en la
Constitución española y en los respectivos estatutos de autonomía. ¿Qué pasaría
si hicieran lo mismo los ciudadanos? Probablemente dictarían la ley marcial,
como Donald Trump, al que tanto critican y tachan de dictador por saltarse las
leyes, como hacen ellos. Los procedimientos parlamentarios no son un capricho.
Son la garantía de que los dirigentes no actuarán arbitrariamente. O se
aprueban los presupuestos o se convocan elecciones. No hacerlo no es una
cuestión de resistencia, sino de apropiamiento de las instituciones
democráticas. Una cuestión personal, no de interés público. No hay
justificación posible para saltarse las leyes y los procedimientos
parlamentarios desde el poder. No valen los motivos ideológicos o de partido, y
menos ampararse en el interés común, que es lo que precisamente tratan de
proteger las normas. La mejor manera de salvaguardar la democracia, que tanto
decimos defender en los foros internacionales, es cumpliéndolas. Pero la
democracia se está convirtiendo en otra cosa, y en ese contexto no extraña oír
a la diputada granadina Paqui Santaella llamar a Pedro Sánchez santo. “Algún
día lo haremos santo o lo elevaremos a los altares, cada uno elige a sus santos”.
En eso tiene razón, y sin duda lo ha
dicho con la mejor intención y defendiendo las políticas sociales. La cosa
tendría gracia, si no fuera sintomático. Porque hay quien piensa que defender
al líder y al partido es un sacramento. Y así nuestros políticos se convierten
en popes que creen conocer de manera exclusiva el camino a la salvación social.
Ambrose Bierce definía al santo como al pecador difunto, corregido y revisado. Pedro
Sánchez no puede aprobar la ley de presupuestos, pero quizá obtenga el Premio
Nobel de la Paz, como ha pedido el ministro de Política Territorial y Memoria
Democrática de España, Ángel Víctor Torres. Asistimos ya a una política de
iluminados.
IDEAL (La Cerradura), 5/10/2025
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