En una época en la que los futuros distópicos parecen cada vez más
presentes, quien primero nos felicita por nuestro cumpleaños es el teléfono
móvil, después los bancos o las marcas comerciales, las compañías de viajes donde
hemos introducido nuestros datos alguna vez y, con suerte, algún ser humano que
ha guardado en su agenda los aniversarios de familiares y amigos. Lo peor es
que llegues a emocionarte con ese video de felicitación creado con inteligencia
artificial y tus datos personales desperdigados por la red para construir un
avatar que tiene una vida tan larga como la tuya, pero, por lo que se ve, mejor
documentada. Y es más guapo que tú, por lo que quizá tu doble tenga novio o
novia, se haya casado y tenido descendencia y no te hayas enterado. Lo mismo
que aparecen esos mensajes de la dimensión artificial en tus pantallas, puede
que un día te encuentres con algunos hologramas paseando por la casa,
recordándote los ingredientes para hacer el pastel de chocolate, la clave de la
tarjeta de crédito, los gustos de tu madre o de tu mujer y el regalo perfecto o
de moda que, según cuenta la prensa rosa, estas Navidades puede ser un “satisfyer”.
¿Deberían haber incluido esta palabra en el diccionario de la lengua junto a crudivorismo,
microteatro, milenial o turismofobia? Si se trata de recoger los nuevos usos y
costumbres, puede que sí. Aunque a veces no es necesario. Los trogloditas ya
practicaban ese hábito de alimentarse con productos crudos o sin procesar, y
otras como “gif”, “hashtag”, “mailing” y “streaming” eran extranjerismos
comunes. Los mileniales, a los que han definido como las personas nacidas en
las últimas décadas del siglo XX, ya se expresan en varias lenguas que van
mezclando en función del contexto, por lo que no sé si hay que ampliar
indefinidamente el diccionario de la RAE, aunque se trate de la versión
electrónica. En un país como España, donde distintas lenguas han coexistido y
evolucionado durante siglos, las reglas o las imposiciones nunca han surtido
efecto y, según el territorio, la población ha seguido hablando castellano,
catalán, vasco, gallego e incluso árabe, una lengua de la que incorporamos unas
4.000 palabras y que vuelve a oírse en nuestras calles. Pero también hay, sobre
todo en esferas políticas, quienes hablan un lenguaje que sólo entienden ellos
mismos. Esas personas que, como escribiera uno de los padres de la ciencia
ficción, piensan que lo saben todo y resultan una molestia para quienes nos
conformamos con intentarlo.
IDEAL (La Cerradura), 21/12/2025
No hay comentarios:
Publicar un comentario