Esta
semana se ha caído la red WhatsApp, lo que ha supuesto que, al menos durante
unas horas, millones de usuarios en todo el mundo recuperen la conciencia. Esa
costumbre que teníamos de mirar la vida por nosotros mismos, sin más
intermediarios ni más referencias que nuestro estado de ánimo. Pero hoy día, si
no podemos tener acceso a las redes sociales y a Internet nos sentimos
perdidos, como si no supiésemos lo que ocurre en el mundo. Así, las peores
catástrofes ya no son naturales, sino tecnológicas, y los expertos auguran un
caos mundial si se cae la red, que aseguran que se caerá. ¿Cómo vivirá una
sociedad sin más lazos sociales que los que se establecen a través de un móvil
o un ordenador? ¿Cómo sobrevivirán las Administraciones públicas y las empresas?
¿Cómo funcionarán las bolsas, si el dinero e, incluso los seres humanos, no son
más que apuntes contables, sin, al parecer, ningún reflejo real? Nuestros
avatares son más reales que nosotros mismos en el mundo virtual, que ya tiene
más importancia que éste. (¿Éste?) Pero, si actualmente, la mayoría de las
cosas ocurren en la realidad cibernética, tendremos que cambiar también nuestra
manera de hablar y de relacionarnos. Según un estudio publicado esta semana, al
cuarenta por ciento de los jóvenes japoneses de entre quince y cuarenta años
les interesan poco o nada las relaciones sentimentales. Consideran un engorro
tener que relacionarse directamente con alguien, por lo que prefieren tener
sexo on-line, que debe de ser una experiencia electrificante. Japón siempre ha
estado unos pasos por delante en lo que al desarrollo tecnológico se refiere,
por lo que los sociólogos están especialmente atentos a la evolución de la
sociedad nipona, donde ven reflejada a la sociedad futura. Pero no creo que sea
así. Cuando leo esta clase de análisis pienso que vivimos en una nueva Edad
Media, sólo que el papel que entonces ocupaba la religión, hoy lo ocupa la
tecnología. Entonces el ser humano creía ser el centro del universo, y ahora
también, sólo que es una sociedad autista la que mira desde el centro de la
Tierra un universo geocéntrico en miniatura, rodeado de otros universos donde
probablemente existe más pobreza material, pero mayor profundidad humana. Porque
basta abrir una ventana (no digital) para comprender que nuestro mundo es mucho
más miserable, a pesar de lo que diga Cristóbal Montoro. Vivimos adormecidos,
mientras los nuevos profetas leen en los mapas de bits las señales de un futuro
catastrófico. La conciencia es otra red social.
IDEAL
(La Cerradura), 6/04/2014
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