Llegando
la Semana Santa, Granada es una ciudad repleta de turistas y de gente que hace
running enfundada en mallas de Decathlon. A las ocho de la tarde, la avenida de
la Constitución se llena de deportistas urbanos que te adelantan mientras ponen
a parir a los de siempre: “Si es que se gastan lo que no tienen. Como a ellos no
les duele…” Aunque el deporte no mejora la tortícolis de algunos, que van
caminando con la cabeza muy tiesa, y que, si descubren a algún conocido,
todavía la yerguen un poco más. No le ocurre lo mismo al arzobispo, que bendijo
el jueves con profesionalidad a ciento setenta motoristas alemanes y a sus respectivas
motocicletas Harley Davidson, en una imagen que no es propia del régimen
franquista ni de una película de Luis García Berlanga, sino, al parecer, una
metáfora de la Granada actual, cuyo bendito futuro viaja hacia Alemania. Pero
qué alegría da entrar en las Bodegas Castañeda y que el camarero te atienda con
su malafollá característica, haciéndose el sordo durante cinco minutos para
mirarte por fin con aire despistado y tener que decidir aún si te sirve o no. A
la una el local está lleno de jubilados que toman vermú y visten también deportivamente,
con zapatillas y bastones de campo, por lo que uno imagina una penitencia
anticipada en forma de caminata para poder justificar unos tragos. “Si esto es
muy bueno para el colesterol…”, dice un hombre antes de pedirle que llene al
camarero, que canta en estos momentos “Atleti, Atlético de Madrid…”, que ha llegado
a las semifinales de la Champions League. Y que les den morcilla a los del Barca,
añade, que si Artur Mas se sale con la suya, dentro de poco sólo jugarán contra
el Tarrasa. Pero aquí no ponen morcilla de tapa, sino paella y albóndigas. Una
alegría para los guiris que también van ocupando su sitio en la barra. Pero las
que ocupan demasiado sitio son las gradas para ver las procesiones, que en la calle
Ganivet ahogan al paseante. Y hubo que reformar la acera para poder colocar
esos adefesios, que sólo benefician a la empresa concesionaria. ¿Será así el
concurso para retirar ese insulto a la inteligencia que todavía se erige en la
plaza de Bibataubín? Lo del monolito es ya otro vía crucis, como el del metro y
el del Ave. Ay, las cabezas pensantes de Granada... Junto a cabezotas y a cabezudos
lo mismo también acaban en el archivo municipal.
IDEAL
(La Cerradura), 13/04/2014
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