viernes, 4 de abril de 2014

Lecturas de la Alpujarra



La Alpujarra es un lugar especial donde el conde Jan Potocki imaginó un castillo mágico y subterráneo. Allí todavía habitan los Gomélez, los últimos moriscos. Pero también viajeros, románticos, apátridas, todos los que, todavía hoy, quieren vivir en un mundo aparte. Lo es este valle que se encuentra entre la vega y la costa de Granada. Fue lo que percibió Potocki al visitarlo en el año 1791 e, influido por ese viaje, escribió El manuscrito encontrado en Zaragoza (publicado en España por Pre-Textos y Acantilado), una obra impregnada aún por el costumbrismo del siglo XVIII, pero que ya anticipa el romanticismo. Escrita al modelo del Decamerón, esta novela relata los encuentros del viajero con dos hermanas musulmanas que terminarán revelándose como criaturas demoníacas, súcubos o entidades astrológicas ligadas a la constelación de Géminis. Y es que Potocki fue, entre muchas otras cosas, astrólogo, soldado, arqueólogo, etnólogo ilustre y consejero privado del Zar Alejandro Primero. Y en esta obra funde lo histórico con lo macabro, la picaresca con lo sobrenatural, el ocultismo con las matemáticas y la filosofía. Alphonso Van Worden, Emina y Zebedea, el gran jeque de los Gomélez, el bandido Zoto, el cabalista Uzeda o el endemoniado Pacheco son personajes que nos acompañarán durante años, pues, como dice el autor por boca de la duquesa de Medina Sidonia: “como la mente tiene necesidad de esparcimiento, yo lo buscaba en la lectura de esos libros agradables, pero peligrosos, conocidos con el nombre de novelas”.

También yo he tenido la sensación de entrar en un mundo fantástico cuando visito la Alpujarra, y si en mi adolescencia eran Bubión y Capileira mis destinos predilectos, ahora suelo ir a Ugíjar y a Laujar de Andarax, en la Alpujarra oriental, el último destino de Boabdil, otro viajero melancólico. Sobre ese destino seguimos escribiendo hoy. Lo hace Justo Navarro en El país perdido. La Alpujarra en la guerra morisca (Fundación José Manuel Lara). ¿Un ensayo? A veces uno cree estar leyendo una novela, que nos lleva en volandas por los barrancos de la Alpujarra, el escenario donde presenciamos la evolución de una guerra de guerrillas. Pero a Justo Navarro no le hace falta recurrir al género fantástico para contarnos nuestra historia y explicarnos unos acontecimientos que probablemente determinaron el futuro de Europa. Este libro es un viaje por la historia y por la geografía de la Alpujarra, un recorrido épico y a la vez sentimental hacia ese pasado que habita en nosotros. Los libros de Justo Navarro nos acercan a la realidad de nosotros mismos, y quizá tenga algo que ver el rigor de su lenguaje, pues las palabras parecen cinceladas, y las frases son tan precisas que nunca les sobra nada. Ordenándose en párrafos, es como si formasen una cara. Y por eso, al leer sus obras, uno tiene la sensación de asistir a una reordenación del mundo, que termina revelándose de un modo más claro y más puro, sin que eso signifique que no vivamos la venganza y la crueldad, la exclusión y el fanatismo, la ambición y la ceguera del ansia de riqueza y poder que siempre han asolado nuestra historia.

    En la Alpujarra sigue habitando la historia de España, y cruzar el Puerto de la Ragua supone hacer un viaje en el tiempo, recorrer lugares vividos por nuestros abuelos, recordar y volver a ser los que fuimos. Porque en el reino chico de Boabdil puedes escuchar las mismas conversaciones que hace cincuenta o sesenta años, sobre el tiempo, las matanzas y algún problema de lindes, ver al mismo agricultor subido en el burro con las alforjas llenas de pimientos y tomates, de pienso para dar a los animales, como los veía quizá Miguel de Rojas desde el balcón de esta misma casa.  Siempre me ha llamado la atención el poco apego que le tenemos a nuestro entorno, lo poco orgullosos que estamos de nuestra historia. Pero aquí no pasa el tiempo. En Ugíjar escucho las campanas de la iglesia –antigua mezquita-, que marcan las horas con la misma cadencia con que lo hacían cuatro siglos antes.

El Mundo de Andalucía (Viajero del tiempo), 4/03/2014

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