domingo, 1 de junio de 2014

Podemos



Como siempre, me sorprenden las reacciones de los partidos políticos otrora mayoritarios a los resultados electorales, pero mucho más el menosprecio unánime de estos partidos hacia Podemos, la formación política que mejor encarna el malestar de los ciudadanos, como han manifestado en las urnas, un millón y cuarto de votos que, como mínimo, resultarán útiles a la propia democracia. Sin embargo, el calificativo más amable que ha recibido el nuevo partido liderado por Pablo Iglesias ha sido el de “alternativa bolivariana”, lo cual debe ser entendido como un elogio viniendo de quien viene, Felipe González, cuya deriva ideológica después de ostentar el poder resulta ilustrativa. Un menosprecio que se hace además extensivo a los países hispanoamericanos, con los que tenemos más en común (en lo bueno y en lo malo) que con cualquiera de la Unión Europea, dejando aparte, claro está, los recortes sociales y unos cuantos millones de nuevos pobres. De hecho, en esos países hermanos (y por eso utilizo el término hispanoamericanos y no latinoamericanos) ha habido procesos constituyentes que han tenido como pilar la participación ciudadana, una de las cuestiones que más escuece del programa de Podemos, que pocos parecen haber leído. Por eso, lo que más choca, además de la ignorancia, es la prepotencia y el desprecio por aquello que se desconoce, y más tratándose, por el momento, de una mera declaración de intenciones. Lo que subyace en estos exabruptos es el miedo. Miedo a perder los privilegios políticos y económicos. Miedo a no perpetuarse en el poder. En el programa de Podemos, por ejemplo, figura la limitación temporal a ocho años del ejercicio de un cargo público; algo que, visto lo visto en España, sugiere el sentido común, y que alguien debería haber explicado, dentro del PSOE, a algunos cargos de la Junta de Andalucía, o, dentro del PP y sin ir más lejos, al alcalde de Granada. Pero eso poco importa ahora. Lo que parece importar es celebrar victorias inexistentes, y pocas cosas hemos visto más patéticas últimamente que la celebración con los brazos en alto ante los periodistas de Arias Cañete. Así que, después de las reacciones y el pavor producido por los resultados de Podemos en las elecciones europeas, no me extrañaría nada que pronto gane unas elecciones generales. Porque podemos, claro que podemos reconstruir esta democracia apática y decadente y cambiar la sociedad. Sólo hay que convencer a ese 54,16% del electorado que no acudió a votar. Casi diecinueve millones de españoles que, si no ganaron, sí que despreciaron olímpicamente estas elecciones.
IDEAL (La Cerradura), 1/06/2014

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