El
viernes por la mañana, después del partido inaugural entre Brasil y Croacia, y
en vísperas del debut de España en el mundial, sólo escuchaba hablar de
japoneses. Eran comentarios chistosos sobre la ceguera del árbitro, comprado
quizá por la FIFA para darle el triunfo a Brasil. “Como todos los japoneses
llevan paraguas para protegerse del sol y el árbitro no llevaba…”, decía uno.
“Como todos los japoneses son iguales y cuando salga del campo al árbitro nadie
lo va a reconocer…”, decía otro. Como pueden apreciar, se trataba de chistes
surrealistas, y me acordé del entrañable artículo que Xavi Hernández le dedicó tras
su muerte a Luis Aragonés: “Míster, nunca fuimos japoneses”. Porque Luis
Aragonés le dijo una noche a Xavi: “Usted no es japonés, usted me entiende lo
que le digo”. Qué obsesión con los japoneses, oye, aunque también le dijo: “Usted
y yo sabemos que la pelota corre más que ellos. Y que la tocamos mejor que
ellos”. Y a eso se van a dedicar durante un mes unos cuantos millones de españoles,
por no hablar de los japoneses en España y en el resto del mundo. Qué descanso.
Uno deja de pensar en sí mismo y confía desde ese momento su suerte y su estado
de ánimo a los resultados de la selección. Pero yo creo que la gracia estos
días está precisamente en hacerse el japonés, que hasta hace poco equivalía a
hacerse el sueco. Y es que uno saca unas cervezas del frigorífico, prepara unos
aperitivos y ¡hala!, a sentarse en el sofá hasta el trece de julio, como si
fueran a darte 700.000 euros de prima. ¿No resultará que somos españoles en vez
de japoneses o suecos? Porque con esa cantidad de dinero ya se retira uno, como
han hecho en España expresidentes de gobierno, de multinacionales o de
entidades bancarias. Lo que se dice conseguir una jubilación dorada, que
también puede lograrse con la dieta mediterránea, según nos han explicado esta
semana en Granada. Así que bancos, agencias de viajes y tiendas de
electrodomésticos pretenden vendernos sus productos gracias al mundial, como si
nos dieran una pelota a cada uno. “Toma, niño, ponte a darle patadas al balón y
déjame en paz”. Y es lo que vamos a hacer encantados, con plena conciencia de
nuestra felicidad. Como hizo la pareja de este chiste de japoneses: El hombre
grita: “Yama wa ima kanashimi iroshitaasamoyano naka”. La mujer, de rodillas,
suplica: “Tachinoboru suupu no yugueno youni atatakadatta kaasan”. Y usted aquí
leyendo, como si entendiera japonés. Pues eso.
IDEAL
(La Cerradura), 15/06/2014
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