Me
parece bien que el Ayuntamiento de Granada sustituya la estatua a Primo de
Rivera por otra titulada “Homenaje a la infancia”, del mismo autor, Francisco
López Burgos, probablemente la persona cuya memoria más se ha vilipendiado en
esta polémica. Los artistas, como el resto de los ciudadanos, son hijos de su
tiempo, y es normal que acepten encargos del poder político. Cuando se declara
una guerra no sólo corres el riesgo de morir, sino que también pierdes el
derecho a no matar, algo que nos ha demostrado la historia europea muchas veces
y que tendemos a olvidar precisamente en nuestro país, que aún revive su propia
guerra. Porque poca independencia puedes demostrar cuando vives bajo una
dictadura, si no eliges el exilio o la muerte; y, los que se quedan, son víctimas
o meros supervivientes. De hecho, actualmente son muchos los artistas que
trabajan por encargo y que están dispuestos a casi cualquier cosa por ver sus
obras publicadas o premiadas, y cuya mayor ideología consiste en el lucro o la
vanidad personal. ¿Quién guarda su independencia en esta democracia de
oportunistas? Las fotografías que han salido publicadas de la escultura “Homenaje
a la infancia” muestran la figura de una niña melancólica. Y nada me parece más
apropiado para representar nuestra época, en la que el presente se nos escurre
entre los dedos de las manos y el infantilismo reina por doquier. Y me dejan
perplejo algunas críticas sobre la postura de la niña, a la que ven sumisa y
rezando. ¿Y qué? ¿Debería estar sacando la lengua como Miley Cyrus? Al juzgar
una obra es mucho lo que el espectador pone de sí mismo y, como escribió Óscar
Wilde, siempre lo hace a su propio riesgo. La forma más elevada de la crítica,
y también la más rastrera, es una modalidad de autobiografía. Pero se ve que en
Granada no tenemos punto medio. Tan malo es que se mantenga una escultura en honor
de un fascista, como las actitudes tan categóricas que no admiten más postura o
reflexión que la suya propia. Lo peor es que haga falta una sentencia judicial
para que una Administración pública cumpla la ley. Y que haya que gastar dinero
público para que cualquier político, independientemente de su ideología, deje en
las ciudades su impronta personal. Por cierto, la Catedral de Granada sigue
celebrando la memoria del fundador fascista en la fachada principal del
Sagrario, donde puede leerse en letras capitales: “José Antonio Primo de
Rivera”. Que no lo quiten: sería ocultar la historia.
IDEAL
(La Cerradura), 3/08/2014
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