No
es ninguna novedad que nuestros responsables públicos se nieguen a ver la
realidad, pero causa estupor oír algunas de las reacciones a los resultados de
la encuesta del CIS sobre la intención de voto en las próximas elecciones. Desde
los que directamente niegan la realidad (“gaseosa”, ha sido el juicio de un
portavoz del PP al que sin duda alguna nadie volverá a votar), a los que siguen
pensando que hacen las cosas bien porque obtendrían una mayoría de votos,
aunque según la encuesta vayan a perder más de la mitad de los votos que
obtuvieron en las últimas elecciones (caso del presidente del Gobierno, que
sufre un síndrome de iluminación permanente y congénita). ¿Qué podemos esperar
entonces? Pues eso precisamente, y así se frota ya las manos Pablo Iglesias,
aficionado al ajedrez y a la serie “Juego de tronos”, lo que debería darle que
pensar a más de uno (en los mítines, Pablo Iglesias pone la misma cara que puso
el alcalde de Granada en la inauguración del nuevo mercado de San Agustín
cuando estaba a punto de comerse una ostra, una inquietante imagen captada por
Alfredo Aguilar y que publicaba IDEAL esta semana, y que a mí, personalmente,
me despertó el apetito). Porque el juego del poder es adictivo, y la gente que
alcanza a ostentarlo suele perecer en él. Sólo hay que fijarse en la deriva
personal de la mayoría de los expresidentes españoles después de ejercerlo. De
hecho, entre consejos de administración y consejos de Estado, han consumido su
ideología. Porque suelen cobrar por asistir a estos consejos y también por
darlos, lo que ilustra que no sólo la clase política está en la inopia, sino también
el poder económico, que, al decir de Pablo Iglesias, asimismo forma parte de la
casta (suena a caspa). ¿Y qué decir de Artur Mas y sus consejeros, tan
entretenidos como están hoy? Ni Gila podría haberse inventado unas llamadas
telefónicas tan bochornosas. Pero qué vergüenza siente uno. ¿Realmente así es
España? A los exilios políticos hemos sumados los exilios económicos de buena
parte de nuestra juventud, que pronto optará por el exilio voluntario, dado que,
en este país, no podrá disfrutar en el futuro de una jubilación anticipada ni
de una jubilación a secas, como nos ha recordado Alfonso Guerra. Cincuenta años
dedicados a la política. Ahí es nada. Pero es que hay políticos y políticos. Y
en España, dentro de poco, los ciegos verán gobernar a los tuertos. ¡Milagro!
IDEAL
(La Cerradura), 9/11/2014
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