La
profesión que siempre he valorado más es la de científico. Son las únicas
personas que conozco capaces de comerse la cabeza de una manera útil y con un
objetivo concreto, como situar una sonda espacial en un cometa que se encuentra
a quinientos diez millones de kilómetros de distancia de la Tierra y planeándolo
con diez años de antelación. Sin ir más lejos, es lo que hacen en el Instituto
de Astrofísica de Andalucía, con sede en Granada, donde se estudian los datos
que envía el módulo Philae, que el miércoles pasado aterrizó con dificultad en
ese cometa con nombre de churro. Me dirán ustedes que también se comen la
cabeza los artistas e incluso los políticos, pero estos se guían más por las
filias y las fobias personales que por las leyes de la astrofísica, aunque a
veces efectivamente parezcan vivir en otro planeta. Los científicos, por
supuesto, también pueden equivocarse, pero son ellos quienes más alegrías nos dan
a la sociedad. Gente como Pedro J. Gutiérrez, Luisa M. Lara, José Juan
López-Moreno, Antonio Molina, Fernando Moreno, Rafael Rodrigo, Miguel Herranz o
José Jerónimo. ¿No sería posible que nuestros políticos siguieran su ejemplo y
aplicaran en su trabajo al menos las leyes matemáticas? Porque lo que unos
hacen, otros lo deshacen. Para la Declaración de la Alpujarra como Patrimonio
de la Humanidad, por ejemplo. ¿Por qué tienen que pronunciarse todos los
municipios del Reino Chico sobre el proyecto que ha presentado la Diputación,
donde todos esos municipios, independientemente de su color político, están
representados? ¿No van a beneficiarse todos de la declaración universal? Que
luego presente cada ayuntamiento proyectos concretos para sacarle partido, sin
que sea necesariamente político, que es en lo único que suelen pensar nuestros
cargos públicos, por lo que se ralentizan iniciativas y proyectos en la ciudad
y en toda la provincia. Pero es que se ve que no sabemos hacer planes a largo
plazo, aunque los resultados vayan a verse en poco tiempo y a pocos kilómetros
de distancia. En las instituciones públicas hacen falta buenos gestores,
técnicos y funcionarios, ya que no podemos disponer de científicos. El colmo de
nuestras utopías cotidianas sería que estos quisieran convertirse en políticos.
Pero ya saben ustedes lo que decía Albert Einstein al respecto: “Hay dos cosas
infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Y
también decía que “todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos
ignoramos las mismas cosas”. A veces, nuestra negligencia parece universal.
IDEAL
(La Cerradura), 16/11/2014
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