Mientras
el mundo se acaba y Europa se desintegra, hay cosas que no cambian: la gente
combate el frío polar con vermús y tapas de asadura en las Castañeda. Son las
costumbres que te reconcilian con Granada, donde la verdadera cultura es la de
la barra del bar, sobre la que los vates de la ciudad han escrito en
servilletas de papel sus mejores poemas. Y cómo nos gusta esta aldea de la
Galia andaluza adonde los deportistas de la Universiada se las ven y se las
desean para llegar. “¿Ve usted a ese hombre?”, dice un parroquiano. “Lleva
apoyado en ese rincón desde los años setenta”. Les pasa también a algunos
políticos, que llevan hablando casi el mismo tiempo de las infraestructuras de
la provincia. Ya lo dijo el tatarabuelo: “Mi querido hijo, el Ave llegará”. Pero,
mientras esperamos, no cambiamos nuestros gustos, vayamos a que lo bueno se
acabe algún día. ¿Y qué es lo bueno? “Pues tenemos arroz recién hecho, carne en
salsa, ensaladilla… ¿De qué le pongo esta tapa?” “Vamos a repetir asadura”. “¿Y
ustedes?” “Asadura”. “Así me gusta”. Y la barra vuelve a llenarse de vasos y
platos humeantes. Lo mismo Proust se hubiera aburrido de recobrar una y otra
vez el tiempo en esta ciudad, pero eso jamás le ocurre a un granadino, que le
dirá: “De aquí no me sacan ni con agua caliente”. Es algo que valoras cuando
has vivido lejos de esa estampa increíble que se ve estos días precisamente
desde la estación de Renfe: la plenitud de Sierra Nevada sobre el Albaicín y la
Alhambra. Así alucinan los grupos de guiris que acompañan a los deportistas. Lo
extraño es que luego se apelotonen también en el Corte Inglés. “Debemos
aprovisionarnos”, pensarán. “Quién sabe cuándo podremos salir de entre estas
montañas”. Si deben esperar a que nuestros políticos se pongan de acuerdo en
algo, se quedarán aquí para siempre. Aunque, ¿no se han puesto de acuerdo para
la Universiada? Junta, Diputación y Ayuntamiento colaborando por fin en un
proyecto. ¿No debería ser la tónica habitual? Los ciudadanos nos convertimos a
veces en rehenes de unas cuantas ideas políticas que deberían estar ya más que
enterradas, aunque aquí sigamos buscándolas, como seguimos buscando los restos
de García Lorca. Aunque creo que se han interrumpido los trabajos por la
convocatoria de las elecciones andaluzas. Es, al parecer, la única forma de que
hagamos algo en esta comunidad: a golpe de campaña. Luego, la vida sigue
¿igual?
IDEAL
(La Cerradura), 8/02/2015
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