Con
algunos políticos ocurre lo que con algunas actrices: están y no están; las
ves, pero ya no son como eran. Así, uno mira a Renée Zellweger y piensa en los
ladrones de cuerpos, esos aliens que se van apropiando de nuestra piel y
nuestra cara hasta suplantarnos. Pero constantemente nos ocurre con los
políticos, que ni siquiera cambian de cara, ni se les cae al suelo, aunque hoy
te digan lo contrario que hace una semana. “Oye, Pepe, que hace unos meses aprobaste
ese proyecto”. “¿Yo? Mírame bien. ¿Seguro que era yo?” “Bueno, Pepe, no te
pongas así… A lo mejor no”. Pues era Pepe. Sí, Pepe. Pero claro, es que ya
estamos en campaña electoral. Como si no lo estuviéramos permanentemente. Nuestros
políticos se multiplican contradictoriamente, y son capaces de defender una
cosa y la contraria, una y mil veces. “Espera, Pepe, no te lances, que acabas
de salir de la capital”, le dice la mujer. “Vale, no me agobies, que ya me he
puesto el traje regional”. “¡Si es que vamos a Madrid!” ¿Madrid? ¿Pero no sabes
que nuestra ciudad es universal?” “Lo que tú digas, Pepe”. Y entonces, tú, que
vas escuchando la conversación, lees que Pepe quiere inventarse un tributo para
regenerar el Albaicín sin tener competencia para ello. O que critica las obras
del Atrio de la Alhambra, aunque él mismo las haya aprobado. O que crea el
botellódromo y luego les pide a los vecinos que no hagan un drama. “Oye, Pepe.
Que ahora hay hemerotecas, donde efectivamente sales con la misma cara, pero es
que antes no decías eso”. “¿Estás negando lo que estoy diciendo? ¿Es que no
sólo quieres manchar mi imagen, sino también la de la ciudad?” “No, Pepe, no.
Pero es que a veces…” “A veces, ¿qué?” “Que me cansas”. Y entonces se hace un
silencio solemne en el autobús donde vamos leyendo el periódico tranquilamente
mientras escuchamos a esta pareja en la flor de la edad. “Perdona, Encarna.
Pero es que últimamente me miro al espejo y no me reconozco. Es como si fuera
otro. Por cierto, Encarna, que yo me llamo Manolo”. “Vale, Pepe, lo que tú
digas”. Y a mí me pasó lo mismo que a ustedes. ¿Pues no me creía que el alcalde
viajaba también en el autobús y no en el coche oficial? Pero se ve que no era
Pepe. Tal vez hoy sea Manolo. ¿Y mañana? En esta ciudad hay que andarse con
ojo. Porque como te descuides, te roban el cuerpo además del voto.
IDEAL
(La Cerradura), 22/02/2015
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