Uno
de los problemas de contar con tres Administraciones territoriales incapaces de
elaborar proyectos comunes es que, cuando las competencias de unas y otras
entran en conflicto, una parte de la población queda en tierra de nadie, como
si viviera en un país aparte. Les ocurre a los habitantes del área metropolitana
de Granada, que, según la hora del día, invierten el mismo tiempo en entrar o
salir de la ciudad que en ir a la costa, Jaén o Málaga. Y quizá sea ésta una
opción, pues los malagueños cuentan con AVE y aeropuerto para viajar sin mayor
problema a cualquier parte de España o del mundo. Pero en Granada ni siquiera
es posible ir al trabajo o volver tranquilamente a casa. Según la diputada de
Fomento del PP, Inmaculada Hernández, la Diputación ha invertido dieciséis
millones de euros en mejorar la movilidad de los municipios del área metropolitana,
“frente a la inoperancia de la Junta de Andalucía, administración competente en
dicha materia”. Pero ¿cuántas veces se han reunido Estado, Junta, Diputación,
Ayuntamiento de Granada y los ayuntamientos del cinturón para elaborar un plan
conjunto para el área metropolitana? ¿Lo hacen habitualmente, sin tirarse las
competencias a la cabeza? Si nos fijamos en la experiencia del metro, por
ejemplo, resulta deprimente pensar en el tema. Incluso deprime tener que
enumerar todas las instituciones implicadas y los recursos humanos y económicos
desperdiciados en tantas Administraciones públicas. El Estado realiza las obras
de la circunvalación, la Diputación arregla las carreteras secundarias, la
Junta se preocupa del espíritu andaluz y el Ayuntamiento de Granada de
facilitar únicamente la vida de los ciudadanos que viven en el centro. En la
famosa película de Fritz Lang que da título a esta columna, había también
ciudadanos de primera, que vivían en la superficie (Granada), y ciudadanos de
segunda, que vivían bajo la ciudad (extrarradio), hasta que un robot los lidera
en la revolución. Coño, ¿no tendremos un robot por aquí, aunque sea para
votarlo en las elecciones municipales? No hace falta que sea un robot
antropomorfo como en la película, capaz de adoptar el aspecto de cualquier
persona –para eso ya tenemos a los políticos-, sino un robot normalito, con
sentido común. En su programa electoral algunos partidos llevaban la
eliminación de las Diputaciones, pero no creo que sea ésa la solución, dado el tamaño
y la nula influencia de demasiados ayuntamientos. Visto lo visto, quizá habría
que eliminar todas las administraciones. Teniendo a Ángela Merkel, para lo
demás nos basta con un software.
IDEAL
(La Cerradura), 12/04/2015
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